Opinión

El penalti más grande del mundo

La prudencia me está aconsejando que no me meta en estos jardines y me olvide y cuanto antes mejor del penalti lanzado por Messi que significó el cuarto gol del Barcelona ante un orgulloso y admirable Celta que no merecía encontrar su lugar en la historia en función del desmadre ditirámbico que ha suscitado este desenfocado suceso. Pero la catarata de disparatados elogios que ha convertido esta lamentable anécdota en una especie de hito para la historia, casi me incitan a hacerlo aún a riesgo de pisar cables de alta tensión y de buscarme un par de líos por ello. Pero es que en el paroxismo del absurdo, escuché en la televisión y por boca del que yo suponía un sujeto sereno –un ex guardameta y entrenador al que había tenido por un hombre serio- que a Messi había que otorgarle el Nobel de Física por su cálculo de de no sé qué fuerzas. También escuché a otro igualmente poseído que juraba, con los ojos fuera de las órbitas, que Messi había sido tocado por el dedo de Dios y que hacía por ello genialidades como ésta.

Personalmente y con independencia de la sospecha que me asalta sobre la dudosa calidad humana de ambos intérpretes, poco tendría que decir al respecto del lance -una suerte medio taurina como la garrocha o don Tancredo- que no me parece a mí necesitada de grandes aptitudes técnicas. Al fin y al cabo, se trata de una jugada en la que dos atacantes llegan escalonados a los aledaños de la portería y no tienen ante sí otra cosa que once metros limpios de obstáculos entre ellos mismos y el portero. Por tanto, solo hace falta tocar a la derecha y que el compañero, con el portero humillado, lo complete. Todo vulgar, me digo a mí mismo.

Pero estas cosas serían conformes en el caso de que estuviéramos ante una situación legal pero no lo es. Cabe desde luego la posibilidad de que Luis Suárez marque en fuera de juego teniendo en cuenta que el pase adelantado constituye una jugada y el remate es otra independiente en la que entre el ejecutante y el marco no hay más que un jugador rival. Pero de lo que no cabe duda es que Suárez invade el área de castigo antes de que Messi golpee el balón, posición que contradice el Reglamento.

Por tanto, los hinchas obtusos seguirán empeñados en la divinidad de estos hechos y alabarán el tanto pese a quien pese. El resto juzgará con más templanza y reconocerá lo que es evidente. Que uno puede tirar un penalti como quiera. Pero que al menos hay que ceñirse a la regla. Si no, no vale.

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