Opinión

Los principios universales

Dicen los escépticos que las revoluciones se hacen para echar a los que están y ponerse otros que aspiran a hacer lo mismo. Es un pensamiento inquietante pero viejo hasta el punto de que a él se refiere el hispanista John Elliott en la monumental biografía que escribió sobre el Conde-duque de Olivares reflejando argumentos que ya despuntaban entre los teóricos de la alta teoría política en el siglo XVII.

Las revoluciones han sido en general beneficiosas para el devenir del género humano auque han costado mucha sangre, pero esa interpretación tan sucinta, directa y cruda del asunto llama al examen de conciencia. La guillotina que funcionó sin parar en mitad de lo que hoy es la plaza de la Concordia enterró el injusto y humillante Antiguo Régimen, pero convenía preguntar a aquellos que pasaron por la barbería del gran Sansón qué opinaban de tan trascendental suceso teniendo en cuenta que, tras un cambio de escenario extraordinariamente cruento, se volvió a lo mismo pero quizá incluso peor. Una nueva monarquía de pompa y figurón y dos imperios. Fue un enemigo exterior –el canciller Bismarck- el que acabó a bayonetazo limpio con el segundo de ellos.

El cada vez más frágil y dudoso ejemplo de clareo político preconizado por Podemos conduce a una necesaria reflexión sobre aquellos antiguos argumentos sobre el papel de las revoluciones y la maldita costumbre de quitaros vosotros que ya nosotros nos pondremos. Podemos está mostrando idénticos hábitos que los que usaban aquellos a los que aspiraban a erradicar, y la ambición política, la pelea por el poder, la división en bandos antagónicos e irreconciliables, la falsía, el nepotismo y la irrefrenable erótica del cargo bien remunerado están haciendo estragos en una formación que aspiraba a ponerlo todo patas arriba partiendo de un concepto algo trivial por utópico de la teoría revolucionaria pero capaz de prender en un caldo de cultivo muy condescendiente con un mensaje que comienza a mostrar que esto es más de lo mismo y que hay que ser fiel a otro universal principio tan condenadamente pragmático como el primero. Hay que cambiarlo todo para que nada cambie.

Podemos tiene un conflicto permanente en muchas de sus sedes –Salamanca la última- y en si mismo, hay una lucha abierta por el control del partido, hay hostilidades, bandos, acusaciones, disputas… Lo de siempre.

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