Opinión

Tiempo y compromiso

Como sospecho ocurre en todas las actividades del compromiso humano, la condición y profesión de periodista ha afrontado una trasformación absoluta. y el oficio que yo comencé a practicar para ganarme la vida a mediados de la década de los setenta del pasado siglo no se parece como es natural en nada al que acompaña y permite desempeñarse a los jóvenes periodistas de hoy, recién salidos de las aulas, bilingües en su mayor parte, expertos en informática, viajados, habitantes habituales de un mundo sin fronteras, más generosos y solidarios que nosotros y, seguramente más tiernos y sensibles que nosotros también algunas de cuyas actuaciones en nuestro mundo de entonces nos hubieran costado hoy la cárcel no me tiren de la lengua.

Como los viejos cowboys  a los que el ferrocarril desmontó para siempre de su caballo cuando aquel monstruo de hierro descartó para siempre la necesidad de trasportar el ganado en manadas a través de leguas y leguas de un inmenso territorio en busca de pastos o mercados, así nos desmontaron de nuestras arcaicas máquinas de escribir las nuevas tecnologías al servicio de la información que a los periodistas de la pasada centuria nos obligaron a renovarnos o morir. Muchos se quedaron por el camino.

Sin embargo, lo que no se ha acabado con la lógica evolución de un oficio más viejo y pellejo de lo que muchos suponen, -ya había periodistas en el Renacimiento- es la apetencia de la sociedad por estar informada, y la imprescindible participación en el proceso de unos encargados de transmitir esa información. Han cambiado los canales para hacerlo, los medios de los que se dispone, el marco general  del proceso informativo, pero no el proceso en sí mismo. Y no debe cambiar.

El equilibrio de fuerza y el reparto de responsabilidades en el universo informativo es hoy exactamente el mismo que cuando Ángel Fernández de los Ríos dirigía “La Soberanía Nacional” o al menos así debería ser, porque conforma la situación ideal para que este delicado acuerdo no escrito que configura la bondad del ejercicio de informar y ser bien informado sea beneficioso para todos y permita ser llevado a cabo con absolutas garantías. Y que así sea. Y que todos –políticos, empresarios, receptores y periodistas- las cumplamos con honra.

Te puede interesar