Opinión

El triunfo de lo pragmático

El pragmatismo ha sido una de las características que ha distinguido el carácter catalán desde tiempos inmemoriales, una nota de su rica y amplia carta de valores que también ha servido para dotar el largo compendio de bromas que sugiere a los foráneos su personalidad. Cada vez que se quiere hacer un chascarrillo referido a los catalanes se acude a su condición de negociantes, la importancia que se le otorga a la pela –no olvidemos que fue un dilecto catalán como Figuerola quien la impuso tomando como referencia una antigua unidad monetaria de su tierra natal- y su capacidad para elegir el camino más propicio desde el punto de vista financiero y económico.

Ahora que se anuncia en lontananza la posibilidad de una ruptura, el pragmatismo catalán vuelve a brillar con luz propia. La lista por el Sí que el presidente Mas ha ideado para convertir una simples elecciones autonómicas en un plebiscito ignora de modo pragmático quien será el aspirante a la presidencia de la Generalitat de modo que sus votantes no saben aún si lo será el número uno, el número tres, el número cuatro o si el tapado es Pep Guardiola pongamos por caso.

Pero es que los que no son partidarios de la secesión también asoman en su postura como auténticos pragmáticos, y ninguno de los que últimamente se ha decidido a expresar su posición públicamente –quizá un poco tarde en mi opinión- como ocurre con Durán y Lleida, Rosell, Borrell y tantos otros, no han basado sus discursos en razonamientos de carácter cultural, histórico, social e incluso sentimental. Ninguno de ellos se ha decidido expresar la condición de españolidad catalana que lo es desde los tiempos en que su unieron la corona de Castilla y la de Aragón –a la que Cataluña perteneció porque nunca hubo reyes catalanes- ni han tratado de ahondar en lo absurdo de esta división apelando a la ley y la Constitución, por ejemplo. Su discurso ha ido por el lado económico, la imposibilidad de mantenerse en la UE, los dineros que Cataluña perdería si se separa, la mentira del “España nos roba” o lo que esta ruptura representaría para la clase empresarial catalana.

El inolvidable Saza –catalán venturoso- y doña Aurora Redondo –catalana amorosa- lo representaría como nadie en un escenario. Benditos sean ambos.

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