Opinión

El verso suelto

Las gentes de orden de toda la vida están todavía rumiando este singular ascenso de un talento emergente llamado Pablo Iglesias en el que las culturas alternativas han depositado su confianza a la vista de que los de siempre por muy de izquierdas que sean no acaban de cogerle el aire a los nuevos tiempos. No hay más que ver a Cayo Lara para entenderlo porque hay en él un algo como de cura apóstata, mocito banderillero y galán de fotonovela cuya dialéctica hecha de lugares comunes y de resabios de muchos años de brega no acaba de gustar y apenas genera empatía por mucho que el coordinador de IU se empeñe en aparecer como un apóstol renovado.

Iglesias tiene un nombre y un apellido que imprime carácter y suena a recoveco de la Historia pero hasta el momento es un verso suelo con vocación de incógnita alimentado por el voto del descontento. Algo hay, eso sí, que le ayuda a marcar territorio con respecto a la mayor parte de la heterodoxia reinante e incluso de la ortodoxia si se me apura. Reñido con la sonrisa, y empeñado en representar su bien ganado papel de conciencia social esté donde esté, Iglesias es un tipo ilustrado al que no se le escapa una frivolidad ni cede terreno al chascarrillo. O sea, que jamás baja la guardia.

Sólo el tempo dirá si es un fenómeno pasajero creado por la incertidumbre y el derecho al pataleo o ha venido para quedarse, pero los que son de derechas de toda la vida están sin vivir en ellos mismos con su sola contemplación, su gesto sereno, su perfil adusto y su permanente trascendencia que le impide atender a otros frentes que no sean los de su destino de justiciero social y azote de cuellos blancos, siempre entre San Francisco de Asís y Dick Turpin.

De lo que no cabe duda es que en esta aparición tan sorprendente y en muchos casos tan inquietante hay un principio regenerador que los partidos establecidos no pueden echar en saco roto si quieren seguir mandando. En ellos se aprecia fatiga y un peligroso relajo que está pidiendo que alguien agite el avispero. El PP ni se ha movido y en el PSOE los movimientos suenan falsos y carentes de convicción porque solo piensan en aquellas decisiones que afectan a su transcurso interno. Podemos puede ser un producto puntual y por tanto, efímero. Ahora bien, liarla la ha liado.

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