Opinión

Ayer, hoy y mañana

Hay mucha gente joven que desconoce la última etapa de la dictadura. Y es bueno recordar porque, a mi juicio, la historia la están escribiendo y hasta “parolándola” no sólo en la prensa escrita, sino en foros o hasta en instituciones, en las que los más jóvenes pontifican y se creen en posesión de la verdad política.

Pues bien, hace 40 años nos entrevistó Maribel Outeiriño en las “Páginas centrales” de La Región (así se las denominaba), a unos ourensanos/as: Celso Montero (cronista de política internacional de este periódico); Gonzalo Iglesias Sueiro (profesor de EGB); Juan Luis Castro Somoza (abogado del Estado); David Ferrer Garrido (químico e industrial); Carmen Vinuales (economista); Ángeles Montes (médico anestesista); José Pérez Ávila (abogado), y quien esto firma (relaciones públicas de la OPRIN).

En esa sección de Maribel titulada “Opine que algo queda”, planteó a los citados la siguiente pregunta: “¿Qué me dice usted de la minicrisis?”, en relación a un ajuste de gobierno que Franco había hecho cesando a Pío Cabanillas y aprovechando la dimisión de Barrera de Irimo como ministros de un gobierno presidido por Arias Navarro, que había iniciado con el “espíritu del 12 de febrero”, una “apertura” que con el cese y dimisión de los citados dio lugar a múltiples lecturas.

Sitúese el lector. Estamos en plan dictadura. Pues bien, solamente plasmaré lo que me atreví a responder a Maribel Outeiriño, yo que estaba interinamente contratado por la Diputación presidida por un impresentable presidente apodado “Blanco y negro”. Decía yo: “El panorama español es francamente preocupante. El vacío político que vivimos como consecuencia en parte del inmovilismo provocado por el Movimiento como organización, se acusa todavía más por la grave crisis económica que hoy se padece y que empieza por no tener satisfechos a los ciudadanos 'electrodomesticados'. Europa, que resulta estar ahí, tan cerca, nos queda políticamente lejos, si no se adoptan las medidas pertinentes y que debieran tener un denominador común: participación y representación política sin ningún género de exclusiones…”. Esto era parte de mi respuesta a la pregunta de la periodista de La Región, con la que coincidían, más o menos, el resto de los entrevistados, cada uno desde su óptica política, de su militancia clandestina, en algunos casos, como quien esto escribe.

Las personalidades que arriba menciono, cada uno de una ideología diferente, compartían el compromiso para que en las Españas del tardofranquismo se fuera viendo el final del túnel de la dictadura, que algunos habíamos padecido en nuestras propias carnes.

Hoy estamos necesitados de una segunda Transición que vertebre las Españas, que consiga que la corrupción que nos asuela desaparezca, y si no en su totalidad, sí al menos que no se generalice. Y que quienes ya hicieron de su forma política una “profesión”, se jubilen, y aparezcan caras nuevas con un pasado limpio y con la intención de buscar consensos –aunque sean antinatura-, como en la primera Transición, devuelvan la esperanza a la ciudadanía y, con el diálogo imprescindible vertebren las Españas, sin complejos para reformar una Constitución a la que sobran exigencias que puedan condensarse en menos artículos, pero siempre con el respaldo mayoritario de la ciudadanía.

PD.: El ministro de Interior, miembro del Opus Dei, quiere al parecer que la Policía pueda entrar en los domicilios sin autorización del juez. Igual que Corcuera, el ex del PSOE, el de “la patada en la puerta”.

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