Opinión

El Circo Feijóo

Desde los dos años y medio, mi buen padre me llevó por esos mundos de Dios con el Gran Circo Feijóo del que fue apoderado hasta su jubilación. Junto a la carpa de nuestro circo, un chapitó siempre seguro y puesto a punto por gentes que llevaba mi buen padre de San Pedro de Moreiras.

Escribo estas humildes, pero sinceras líneas, porque se agolpan en mi mente los recuerdos de tantos años de trotamundos, desde esa infancia que alguien dijo que era la patria de cada uno, al leer el hermoso libro de Ramón Pernas "Hotel Paradiso" (Planeta), que trae, como digo, a mi memoria aquellos artistas con los que recorrí las Españas: equilibristas, trapecistas, acróbatas, domadores de fieras, y ¡cómo no!, de los imprescindibles payasos, desde los Hermanos Moreno, Tonetti, Peri y Popey, los Hermanos Cape o Ponpoff y Tedy con sus hijos Zampabollos y Nabucodonosorcito, que éstos volvieron a su patria en 1950.

Generaciones de artistas y los músicos, también de Moreiras. La pista estallando de luz, de riesgo y de alegría del mayor espectáculo del mundo, apto para todos los públicos , y después de nuestra guerra civil se vendían entradas más baratas para los niños y militares sin graduación.

La guerra civil nos cogió en Gijón y después en Santander. Y a petición del gran amigo y extraordinario poeta Victor Campio Pereira, me atreví a escribir una novela que está en los anaqueles de mi despacho, donde descansan otros libros sobre el circo.

Conocí en varias ocasiones Gijón, Oviedo, Torrelavega, Santander, Bilbao, Valladolid..., que están grabadas en mi memoria de viejo admirador del circo, en mis 82 años que el Dios Todopoderoso quiso darme.

Aquella entrada de los Hermanos Cape, el clown de profesor y el resto de alumnos, en la que el de la cara blanca con la ceja derecha muy marcada pregunta al alumno: "¿Cómo empieza el Quijote?", y el alumno, un augusto que era ayudado por el que estaba detrás y que apuntaba: "En un lugar...". Y que de ahí no salía hasta que lo dijo. Pero el profesor lo mandó continuar: "Siga, siga...". El que hacía de apuntador le susurraba al oído una y otra vez: "de la Mancha". Pero el examinado no entendía hasta que el apuntador le dijo: "de la Mancha, idiota". Y que el examinado repitió la frase entera: "En un lugar de la Mancha, idiota". Y el respetable público partiéndose de risa.

O aquel domador Karpoff, en 1939, terminada la contienda, presentaba unos leones de Abisinia y que invitaba al respetable público a que se decidiera y entrara con él en la jaula. Y en Santiago de Compostela, un universitario muy "chimpao" se lanzó a la pista y entrando en la jaula, el rey de la selva bostezó abriendo su gran boca, lo que hizo que el chaval se moviera, hasta que el domador le dijo: "Estate quieto, carallo, que eu son de Celanova". Y es que al finalizar la guerra había muy pocos artistas extranjeros, y el domador para darse porte se puso un nombre ruso: Karpoff y sus leones de Abisinia.

Y podría seguir relatando anécdotas de las muchas, muchísimas, amables lectores, que conocí en aquel Gran Circo Feijóo que fundó un ourensano de Vilanova dos Infantes. ¡Cuántos...!

(Para Manolín Feijóo Sánchez, penúltimo heredero de una dinastía circense que nació en Vilanova dos Infantes)



P.D.- En mi último artículo sobre Ucrania, se deslizó un error mecanográfico donde decía que Hitler había asesinado a seis millones de ucranianos, habiendo sido Stalin.

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