Opinión

Capitán

Cuántas personas quisieran contar con la fidelidad de un ser que lo dé todo, sin egoísmos, sin intereses, con la compañía sin condiciones ni porqués. Cuántas quisieran ser queridas con la generosidad de no esperar nada a cambio, sin reservas, sin enfados ni reproches, y que nunca olvidara y amara hasta más allá de la muerte. ¿Existen amores así? Sí, claro. ¿Son muchos entre los seres humanos? Posiblemente no tantos, al margen de los padres a los hijos y los hijos a los padres. El amor existe como existe todo lo imaginado. Pero lo que se da por llamar amor ¿cuánto tiempo dura? Depende. Hay algunos casos en que el amor nunca se rinde. Sobre todo en los romances, las leyendas, la literatura, el arte… 

Pero en la realidad, ¿lo atenúan los años? Seguramente, sí. Después pasa a ser otra cosa. El tiempo es el gran dibujante y borrador que modifica perfiles y sentimientos a su gusto. Pero lo que dure merece la pena ser vivido, ¿no creen? No obstante, el amor de verdad, el cariño auténtico, no es privativo de los humanos. Cuanto más avanza la ciencia, más evidente se hace que en muchos casos, más de los que se pueden pensar, los animales tienen una capacidad de querer ilimitada. Pero sin necesidad de la ciencia, eso lo sabe quien los tiene y convive con ellos. Un ejemplo lo ha dado últimamente Capitán. Pero, ¿quién era Capitán? Un simple perro, que veló durante más de diez años la tumba de su dueño, en Argentina. Allí vivía y dormía día y noche, al aire, sin apenas comer, bajo el frío, el calor o la lluvia. Así, Capitán, debilitado y medio ciego, por no separarse de los restos de su amo, murió velándole. No sería cursi decir que eso es amor. 

Pero Capitán no ha sido el único animal que ha muerto de pena por su dueño. ¿Eso sólo pasa con los animales domésticos? Decididamente, no. Hace un tiempo, saltó otra noticia a los medios. Una mujer encontró una cría de león herida. La curó y cuido hasta crecer el animal y no poderlo tener en casa. Por eso lo entregó a un zoo. Pasaron años y un día aquella mujer fue allí y el animal, tan fiero, tan salvaje, tan irracional, la reconoció y abrazó a través de los barrotes de la jaula, con un cariño inmenso. No la había olvidado a pesar del tiempo transcurrido. La historia con la fotografía del abrazo recorrió el mundo como algo insólito. ¿Sólo los humanos tienen corazón? ¿Seguro?

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