Opinión

Caramelos plumados

Hemos perdido muchas cosas. Costumbres, el conocimiento de aquellos que viven a nuestro lado, el aire limpio que respirábamos, el agua transparente de tantos ríos, la vista del cielo azul hoy velado por la contaminación, los bosques que se quemaron, el canto de los niños… Todas las cosas que se pierden a lo largo del recorrido que andamos hasta llegar a la meta; los sueños que un día pugnaban por hacerse realidad, las aspiraciones y proyectos que quedaron dormidos…

El camino está alfombrado de pérdidas de los que nos precedieron, y los que nos siguen pisaran sobre las nuestras. 
Pero los seres humanos no son sólo los protagonistas en este estado de circunstancias, a veces provocadas por la ambición de dinero y de poder que predomina. Aquellos que forman parte de este todo en el que se cobija la vida son las víctimas inocentes que pagan un tributo injusto con la desaparición de su propia especie.

El ecosistema se rompe y sus aristas nos hieren. Muchas especies se encuentran en peligro de extinción. Ahora creo que le toca a los gorriones. El gorrión, ese amigo cercano de la calle, ese pícaro que con todo el descaro del mundo mostraba sus habilidades a nuestro alrededor en reclamo de esa miga que caía de la mesa en las terrazas, para hacerla volar en su pico. Hace tiempo escribí en este mismo espacio de La Región, la sensación que me producía observar como poco a poco desaparecía de nuestro entorno. Afortunadamente, en Ourense, todavía nos recuerdan que existen a través de las algarabías que rompen el espacio a la caída de la tarde, y que estampan de vida las alturas. Pero en general, ya no se ven tan fácilmente.

El gorrión, ese precioso caramelo plumado, también se pierde en la vorágine de los nuevos tiempos, mientras se habla y se escribe y se investiga sobre robots metálicos que sustituirán a los humanos en infinidad de actividades, que hablaran, servirán de compañía y prodigaran satisfacciones sin cuento a sus poseedores.

Lo que yo no sé, es, si el brillo de su estructura externa, será capaz de hacernos olvidar la libertad, la ternura y el gran asombro, que inspira un pajarillo tan pequeño, tan atrevido y tan próximo a la sociedad humana. Queridos lectores, si un gorrión se les acerca, invítenle de buen grado, por favor, porque es un pedigüeño contumaz, pero, créanme, con un estilo que marca tendencia.

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