Opinión

Bisiesto, otra vez

Comienza este bisiesto 2024, decisivo para Galicia casi nada más empezar, pues nos jugamos mucho en las elecciones previstas para el 18 de febrero, según ha advertido el presidente de la Xunta en su mensaje de fin de año; donde, entre otras cuestiones, señaló que “la igualdad entre los ciudadanos, los lazos de fraternidad que nos unen y la credibilidad del marco legal que nos protege no deberían estar jamás en negociación”.

Una alusión a la tríada libertad, igualdad y fraternidad que, desde la Revolución Francesa, está en la base de las democracias modernas occidentales. Porque el marco legal del que nos dotamos es, en realidad, el auténtico garante de la libertad individual, que llega hasta donde la ley permite y que, combinada con los otros dos elementos, establece el delicado sistema de vasos comunicantes sobre los que se fundamenta nuestra convivencia.

Haciendo gala de su magnético sentido de la moderación, Alfonso Rueda citó una serie de logros claramente contrastables (sin ir más lejos, la gratuidad de la enseñanza o las ventajosas tasas académicas universitarias gallegas, por poner un ejemplo); pero sin rehuir por ello algunos de los retos pendientes para el gobierno autonómico que aspira a seguir liderando y que apuntó en otro momento de su intervención. Autocomplacencia cero, en suma.

Además, como fondo para su mensaje, eligió el sobrio marco de los salones del Pazo de Gelmírez, cumbre de la arquitectura palaciega renacentista, tan bella como escasa en nuestro patrimonio, que fue donde se gestó el primer parlamento gallego; cuyos representantes volveremos a elegir nuevamente en apenas siete semanas, en libertad y con plena autonomía, como también quiso subrayar nuestro presidente. Es decir, como debe ser.

Por supuesto y como era de esperar, representantes políticos de la otra parte del espectro salieron en tromba a criticar la alocución, con su habitual sarta de catastrofistas letanías que suenan a hueco y huelen a rancio. La candidata de Sumar calificó el discurso de “decepcionante” -igual que debió parecerle el portazo de Podemos-, lo mismo que dijo sobre mensaje de Felipe VI. Se ve, entonces, que el presidente de la Xunta va en la buena dirección. 

En verdad, con la que está cayendo en el plano de la política nacional, entre amnistías e hipotéticos referendos de autodeterminación para Cataluña y el País Vasco, sin olvidar los últimos lamentables episodios, como el pacto que ha puesto en manos de Bildu la alcaldía de Pamplona -y lo que nos queda por ver-, cuesta creer que pueda estar en peligro la renovación del mandato del actual presidente de la Xunta de Galicia.

Aquí tuvimos ya ocasión de comprobar cómo funcionan ciertos experimentos en la gestión de lo público a nivel de Gobierno autonómico; y, como se suele decir, los experimentos mejor con gaseosa. Tampoco es necesario recordar lo que nos trajo el último bisiesto, aquél infausto 2020. Confiemos en que este 2024 no arrastre la pandemia de discordia y polarización hasta esta isla de estabilidad que es Galicia.

No obstante, conviene aprender del pasado y no caer en estériles triunfalismos, ante el reto que se avecina, pese a los benignos augurios que arrojan los primeros sondeos y encuestas hechos públicos por diversos medios. Si nunca hay que dar una batalla por perdida, muchos menos por ganada antes de tiempo. Incluso cuando el viento sopla a favor, es menester saber manejar las velas del barco con una pericia que solo da la experiencia.

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