Opinión

Eudaimonía

Sucede desde hace varios meses que la redacción de esta columna implica un auténtico salto en el vacío (o en la oscuridad, como dicen los alemanes); pues su entrega los martes -a veces a primera, a veces a última hora-, para facilitar los trabajos previos de cara a la publicación de este periódico el jueves, genera que su contenido pueda verse alterado sustancialmente, dada la velocidad a la que se suceden las novedades en el panorama político.

Vayan entonces por delante las disculpas anticipadas si cualquier afirmación de las que se verterán seguidamente queda desvirtuada por el incierto devenir de los acontecimientos; considerando que en estos días nos hallamos en el último tramo de la negociación para la investidura del presidente del Gobierno que, de fracasar, daría lugar a la convocatoria automática de elecciones el próximo 27 de noviembre.

Lo último al respecto, en el momento de redactar estas líneas, es la ausencia de fumata blanca para el acuerdo entre el PSOE y JxC, que mantiene en vilo a los primeros tras el irreversible paso adelante del candidato socialista, proclamando a los cuatro vientos en el consejo federal del partido su apoyo incondicional a la amnistía para las personas encausadas en el llamado “procés”; todo ello, justificado sobre la base de “hacer de la necesidad virtud”.

El diccionario de la RAE ofrece dos posibles significados cuando se consulta el de dicha locución, esto es: por un lado, “afectar que se ejecuta de buena gana y voluntariamente lo que por precisión se había de hacer”; por otro lado, “tolerar con ánimo constante y conforme lo que no se puede evitar”. Cualquiera de ambos encaja perfectamente en la explicación ofrecida por el candidato socialista en el discurso ante sus fieles.

Así, de una parte, el verbo “afectar”, con el que comienza la primera explicación, quiere decir, también según la RAE, “poner demasiado estudio o cuidado en las palabras, movimientos, adornos, etc., de modo que pierdan la sencillez y naturalidad”; o, más sencillo, “fingir”. Y, de otra parte, no cabe duda alguna de que la situación creada se está tolerando, hasta el momento, con ánimo constante y conforme. 

En realidad, la expresión “hacer de la necesidad virtud” sintetiza el principio básico de una filosofía antigua hoy muy de moda, a saber, el estoicismo; corriente de pensamiento que busca cultivar la virtud, la razón y la atención plena a través de nuestra voluntad y disciplina. Escuela que nació en la Grecia clásica, fundada hacia el año 304 a.C. por Zenón de Citio, después de que este comerciante sufriera un naufragio donde perdió todas sus pertenencias.

Así, no sorprende, tras el naufragio electoral acontecido en los dos últimos grandes procesos electorales de nuestro país (las elecciones generales, el pasado 23 de julio y las municipales acompañadas de numerosas autonómicas, el pasado 28 de mayo), donde el partido socialista perdió prácticamente todas sus pertenencias, este abrazo a la filosofía estoica, que promueve, como fin último, la búsqueda de la felicidad (o “eudaimonía”).

Qué mayor felicidad, por tanto, que mantenerse en el poder, aunque sea a costa de una catarata de cesiones al nacionalismo radical, que son tanto económica como éticamente cuestionables; sin olvidar, además, que la inmensa mayoría de ellas estaban vetadas por el propio cedente a escasos días de las elecciones. En efecto, nunca tuvo más sentido hacer de la necesidad particular virtud general. Todo sea por la eudaimonía.

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