Opinión

La pianista

A un mes exacto de la celebración de las elecciones al Parlamento gallego, está desvelado ya el misterio, de forma que la ciudadanía gallega sabe quiénes aspiran a ocupar sus 75 escaños. En nuestra provincia, se da además la circunstancia de que los tres partidos con esperanzas fundadas -hay otros que creen tenerlas- presentan a una mujer como cabeza de lista, siendo la única circunscripción de Galicia donde esto sucede.

Mucho ha cambiado el panorama sociológico desde los primeros comicios autonómicos, celebrados allá por el año 1981, en los cuales, de los 71 escaños disponibles en aquel entonces, tan solo tres fueron ocupados por mujeres: dos correspondientes a la extinta UCD y una, la ourensana Carmen Lovelle, a Alianza Popular, partido precursor, como es bien sabido, del actual PP. Ninguna de ellas era -esto huelga decirlo- cabeza de lista.

En aquella época, cursando estudios en el conservatorio de la ciudad (por entonces situado en los bajos del Pazo Provincial, si bien cambiaría de ubicación en varias ocasiones) coincidí por primera vez con Elena Rivo, pocos años menor, aunque ambos seguíamos especialidades musicales distintas -ella, el piano-; pero compartíamos las obligatorias clases de solfeo bajo la inexorable batuta y áspera voz del profesor Manuel Casasnovas.

Pasaron varios lustros hasta que el destino volvió a reunirnos, ya de adultos y en el terreno profesional, dentro de la Universidad de Vigo; de nuevo, en especialidades distintas -ella, la organización de empresas-, pero compartiendo edificio, el jurídico-empresarial del Campus ourensano. Dándose la circunstancia, además, de que mi mandato como Decano de la Facultad de Derecho concluía al tiempo que comenzaba el suyo en la de ADE/Turismo.

No obstante, hasta el año 2018, no tuve la oportunidad de valorar mejor su habilidad en tareas de gestión, al embarcarnos ambos en el proyecto liderado por el rector de la Universidad de Vigo. Cierto es que había oído sobre su eficiente desempeño como concejala de hacienda en el Ayuntamiento de Ourense; aunque, como recientemente he podido aprender, tan solo desde dentro cabe apreciar los matices de la política local en toda su plenitud.

En verdad, se trata éste de un recuerdo agridulce, por casi coincidir con la triste y prematura muerte de su marido, el conocido empresario José Manuel Pérez Canal. Imborrable visión de la viuda, en lo alto de la escalinata de Santiago de las Caldas, disimulando a duras penas su dolor, mientras recibía agradecida cada una de las muestras de condolencia en una iglesia que rara vez habrá conocido funeral tan multitudinario como aquél.

Desde entonces, he podido ser testigo directo de cómo esa entereza es solo comparable a sus otras dos principales cualidades: honestidad y capacidad para la gestión pública. Si bien, por amistad, le hubiera deseado otro destino -dada la gran responsabilidad, así como el nivel de presión que acarrea-, como ourensano, no puedo más que congratularme de su liderazgo en la lista del PP a las elecciones autonómicas.

De su Rairo natal al Parlamento gallego, aquella pianista infantil que todavía conserva maneras se convierte así, quizás por azares del destino, sin menoscabo de sus méritos profesionales y personales, en el mascarón de proa de la derecha local. No hay posición más idónea para quien, además de la promoción de empleo, lleva las riendas de la política de igualdad en la Xunta de Galicia. En Ourense, llegó por fin la hora de las mujeres al poder.

Te puede interesar