Opinión

Matarile, rile, rile

Pensemos por un momento -si es que la imaginación da para tanto- en trasladar la cotidianeidad que se vive en el Ayuntamiento de Ourense a la Xunta de Galicia: ausencia de presupuestos, contratos de servicios esenciales en precario, concesiones caducadas hace años, plenos enteros dedicados a aprobar modificaciones presupuestarias, empresas contratadas que no cobran en meses y un largo etcétera; todo ello difundido por televisión, para más inri.

Por más que se empeñen algunos en taparlo -con grandes lonas que, después, la Junta Electoral les obliga a retirar- o en reducirlo a eslóganes tan simplistas como falaces -a falta de dedicar las horas de trabajo necesarias para elaborar un programa de gobierno digno-, la realidad que vivimos en esta ciudad no deja lugar a dudas. Y no parece que vaya a cambiar mucho en los años que restan hasta los próximos comicios municipales.

Siempre habrá, no obstante, quien acabe comprando el discurso fácil de quien ya se ve decisivo para la gobernabilidad gallega, de donde derivarían unas ilusas inversiones en no se sabe muy bien qué o para qué. Sin mencionar, eso sí, que los presupuestos del Gobierno gallego -por cierto, ya aprobados para el año en curso- convierten a Ourense y Lugo en las provincias líderes de inversión por habitante de la Xunta de Galicia.

Ciertamente, hay una forma de que Ourense sea decisiva en el futuro Gobierno gallego que empezará a gestarse a partir del 19 de febrero, una vez conocidos los resultados de los comicios autonómicos: demostrando que la ciudadanía ourensana se alinea con la seriedad gestora, el rigor presupuestario y la eficiencia en la ejecución del gasto público. Es decir, todo lo contrario de lo que vivimos actualmente a nivel local.

Ya lo dejó claro la concejal popular Sonia Ogando, en el último pleno, con un audio que hizo enmudecer a toda la corporación y a punto estuvo de provocar el aplauso unánime de la oposición, junto con buena parte del público presente. Alguien dijo que era una psicofonía; o sea, una “grabación de sonidos atribuidos a espíritus del más allá” (RAE dicit). Tal vez fuera así, aunque el parlanchín espíritu se las apañaba para sonar bastante familiar.

Hasta ahora, puede que algunos hayan querido justificar sobre razones de la más diversa índole (no siempre mal encaminadas) el esperpento en que ha desembocado el panorama político de nuestra ciudad. Y puede que, sobre la base de esas razones, hayan obrado en consecuencia a la hora de emitir su voto. Esto es algo perfectamente legítimo. Pero nos jugamos demasiado este domingo como para seguir legitimando lo injustificable.

En verdad, también es muy legítimo pretender sacar el mayor partido a un concreto resultado electoral. Aunque ya se ve, a nivel nacional, en qué consiste, para algunos, el ser llave de la gobernabilidad: en chantajear sin escrúpulos a un Gobierno débil. Este domingo, Ourense podrá decidir si quiere ser o no cómplice de ese tipo de chantaje. Ahora bien: una vez realizado el escrutinio ya no cabrá lamentarse. 

Una popular canción infantil nos recuerda que las llaves están en el fondo del mar. Donde están destinadas a ahogarse las esperanzas de quienes -aventurada y temerariamente- piensan que su discurso facilón y victimista les abrirá las puertas de la Xunta de Galicia. Confiemos en que la ciudadanía ourensana haga gala de su sentido común y no se deje engañar por los cantos de una sirenita reconvertida en cenicienta; o, ya puestos, en la lechera.

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