Opinión

Pacta sunt servanda

Basada en una novela de John Nichols, Robert Redford dirigió, en 1988, una película titulada en España “Un lugar llamado Milagro”. En ella, se narra la historia de un pequeño pueblo de Nuevo Mexico, donde surge un conflicto entre los campesinos -que viven al borde de la miseria por culpa de la sequía- y un poderoso grupo financiero que pretende construir allí un lujoso centro de recreo, cuyo proyecto decide obstaculizar un líder local.

Nada que ver con el pueblo navarro homónimo, natal del hoy número tres del partido socialista, electricista de formación, muñidor del acuerdo para la investidura entre su partido y Junts, por lo que el auténtico milagro hubiera sido que el acuerdo estuviera bien redactado, con todo el respeto para tan necesario e industrioso gremio. Aunque, evidentemente, para ese tipo de gestiones conviene contar con un especialista en enchufes.

A medio camino entre la vergüenza ajena -por rimbombantes expresiones como la “oportunidad histórica”- y el estupor -por párrafos como los relativos al “lawfare”-, perfumado de aroma marxista (por Groucho), el funesto pacto datará para la historia la fecha de defunción del partido socialista; algo que quizás podría dar alguna lástima, si no fuera por el hecho de que sus propios dirigentes así se lo han buscado. 

No es de extrañar que jueces y fiscales hayan saltado en tromba con insólita unanimidad ante tamaño atropello a la separación de poderes que debe presidir todo Estado democrático que se precie. Básicamente, el “lawfare” supone admitir que los jueces prevarican y que, por tanto, sus decisiones son susceptibles de revisión por el poder legislativo, cuya separación del ejecutivo no deja de ser también bastante artificial, como a la vista está.

Efectivamente, como él mismo quería, junto con el susodicho acuerdo, Pedro Sánchez también pasará a la historia; pero como el presidente más detestado de la democracia española, ésa con la que pretende acabar de un plumazo. Porque no es solo la oposición en las Cámaras o incluso la ciudadanía en la calle. Es que la mayoría de su partido no es capaz de defender abiertamente las propuestas incluidas en el pacto, destinadas a perpetuarlo en el poder.

Viendo las multitudinarias y constantes manifestaciones contra la amnistía por toda España, cabe preguntarse en dónde se refugiará el flamante recién elegido presidente del Gobierno cuando ponga un pie fuera del seguro entorno que ofrece el Palacio de la Moncloa, para escapar de los abucheos, silbidos y pitadas que ya son costumbre en su presencia. En cualquier caso, gira promocional de “Tierra firme” parece que no habrá. Lástima.

Dice un aforismo jurídico latino: “pacta sunt servanda” (“los pactos son para cumplirlos”). Aunque la frase continúa: “rebus sic stantibus” (“mientras las circunstancias no cambien”). Por lo que, conociendo la proverbial afición del presidente del Gobierno por los cambios de opinión para justificar sus bandazos políticos, igual encuentra algún asidero para incumplir los aspectos más polémicos del acuerdo.

En fin, todo este esperpento -es lo propio del género: lo grotesco elevado a categoría de arte- parece que culminará con la inminente aprobación de la (inconstitucional) ley de amnistía, salvo que lo evite un auténtico milagro. Conviene encomendarse entonces a la Virgen de la Luz, patrona de los electricistas, para que arroje la necesaria claridad que pueda guiar a sus señorías en tan oscuro trance y se obre así el prodigio. Amén.

Te puede interesar