Opinión

NORMAS

Está bien que nos regulen un poco los demás, es decir la sociedad, o que se regulen cosas que atañen al conjunto y la mejor convivencia. Vale que, entre todos (después resulta en realidad que son sólo unos pocos), pongamos normas para conseguir un mayor entendimiento. Sobre todo es bueno cuando la sociedad es como es, de ombligo y tentetieso, al tener el eje ético de gravedad bastante bajo. Está bien, pues, adecuar la norma y hacerla discreta, que sirva para orientar lo general; pero no es el caso de la que sube como soberbia doña por encima del sentido común y la excepción concreta, a quien golpea con rodillo en la cabeza de su singularidad.


Hace tiempo un gran arquitecto, ya fallecido y que fue premio nacional, se topó con la norma impeditiva para realizar un proyecto arquitectónico; no entendía como su idea, que compensaba con originalidad y oficio las limitadoras medidas señaladas a fuego terco en el papel por dios sabe quién, no podía interpretarla igual el otro profesional que debía visar el proyecto. Pensaba que el compañero que se ceñía a la norma cual si fuera una vitola para un puro virtual debía aplicar su ojo técnico por encima del otro no necesitado de su saber especializado sino solo de saber leer y medir. Sirva el ejemplo para exponer que la norma resulta cuadriculada muchas veces, por haberla hecho una regla política que traza lo que se pone por delante en un momento dado sin analizar el perjuicio que puede llevar consigo si no deja cierto margen interpretativo en su espíritu. Pues es imposible regular toda posibilidad, a no ser que hablemos de pitonisa de oráculo urbanista y sepa de la necesidad futura tanto como de la actual en que se firma.


Hoy tendemos a normativizar todo. De ahí que resulte necesario todo un ejército de funcionarios que vigilen su cumplimiento, hasta el de las normas incorrectas. Normas de todo tipo que se levantan como muros de seguridad ante el enemigo. Porque para ellas todos somos enemigos y culpables hasta que demostremos nuestra inocencia de ser fieles cumplidores de ella. Tomemos, por ejemplo, norma sobre ruidos en locales; pues ¡hala!, a aislar local por si usted va a molestar a los vecinos, aunque no tenga pensado subir decibelios de más porque no va con su adecuación a la actividad; entonces, ¿por qué no exigir a pisos particulares lo mismo, un aislamiento porsiacaso, si tenemos en cuenta que hay personas sordas que ponen la televisión tan alta que se oye desde el primero al quinto? Otro ejemplo, normas de seguridad laboral para usted, autónomo y único trabajador con riesgo de sentarse mal ante el ordenador o de caerse por la escalera estrecha que existe en su oficina. U otro ejemplo más, normas para protección de datos, donde el papá Estado exige garantía de intimidad al cliente, por si las moscas y a alguien se le escapa como pedo un peligroso dato que puede provocar tal cataclismo que suponga el acabose mundial, cuando tan hipócritamente se deja desnudar la intimidad y dignidad de cualquiera por unos duros de TV, intimidad de cuernos o de robo de cartera a la madre que la parió, o cualquier otra burrada proselitista del peor desnudo falto de vergüenza.


Normas y normativas que se inventan aquellos que se justifican a sí mismos y su buen sustento. Tan absurdas como ver programa de la TVG donde a los españoles que hablan en castellano los subtitulan con el gallego cual si fueran marcianos o extranjeros ¡joder, qué estupidez! O norma del tabaco que impide que cualquiera en su negocio sea dueño de orientar su clientela hacia fumadora o no, y que el adulto que elija fumarse un pitillo mientras toma café se encuentre enfrente al no fumador que no quiere ir al local de enfrente y libre de humos, por sus cataplines; qué hipócrita Estado que vende su preocupación por nuestra salud colectiva al tiempo que cobra sus buenos impuestos por la actividad legal; que prohíban también los humos de salida de los tubos de escape y los malos humos de las personas intransigentes.


Normas para saltarse (que, por supuesto, no son todas las normas). Pero que en realidad deben estar para ser listones de un salto de altura que un campeón sentido común los supere. Normas negativas para ser pasadas por un arco del triunfo de la sinrazón y absurdo. Normas que no valen porque ¿de qué vale la exigencia si no hay panoja ni subsistencia? Normas, determinadas normas, ¡qué feas resultan!.

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