Opinión

Blázquez y Tarancón

     Está bien el esfuerzo que alguien ha hecho

en el PP para conseguir  que su

convención electoral del fin de semana se ocupase de temas  alejados de sus obsesiones de estos casi

cuatro últimos años, por  mucho que hayan

estado presentes algunas de ellas, si bien de una  manera menos esperpéntica de lo habitual. Su

propuesta de eximir del  pago del IRPF

a  los que ganen menos de 16.000 euros al

año es una  especie de simpático brindis

al sol, que nadie ha cuantificado ni  calculado

en sus caminos ni en sus consecuencias, por ejemplo, la  pérdida de 25.000 millones de euros. Pero es

verdad también que la  han  presentado con todo lujo de parafernalia y

que incide en un  terreno muy sensible,

lo que abre una sana e interesante polémica.

 Pero me pregunto

cuánto les durará la racha y si Rajoy terminará  asistiendo a esa extemporánea manifestación de

la AVT.

     Son mucho más interesantes otros asuntos

como las declaraciones de  Durao Barroso

sobre la cumbre de las Azores y el desafío de Ana  Botella de sostener con él un debate para

rebatirle lo de que fue  engañado por

Bush, por Blair y sobre todo por Aznar. Lo mismo digo  del 20N y los disturbios de la extrema derecha

fascista que lo han  rodeado. Y no

digamos la corrupción en el Ayuntamiento de Madrid, que  promete ser un culebrón sin fin.

     Pero la estrella de la actualidad de la

última hora es la  maravillosa

declaración del presidente de los obispos españoles,  monseñor Blázquez, con su petición de perdón  por algunos  comportamientos de la jerarquía española, como

en el caso de la  guerra civil, y esa

reivindicación del cardenal Tarancón, ahora que  se cumple el centenario de su nacimiento. La

cosa ha caído mal sobre  todo en la

costra dura del PP y seguro que en la mente de muchos  obispos, aunque no así en otros, que no se

atreven a manifestarlo,  pero que están

de acuerdo con su presidente. Era magnífico escuchar,  horas después, las opiniones de quien fue su

brazo derecho, el padre  Martín Patino,

palabras que reconfortan los espíritus de todo español  progresista y harto de que le den gato por

liebre desde la Iglesia y  la política.

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