Hay que echar a Pedro Castro de la FEMP. Hay que romper el tripartito en Cataluña, además de meter en la cárcel a Joan Tardá. Hay que disolver inmediatamente los 42 ayuntamientos gobernados por ANV. Hay que tergiversar la vida y la historia y culpabilizar a Zapatero de los presuntos abusos en los aeropuertos camino de Guantánamo, al tiempo que no decimos ni una palabra sobre la demostrada autenticidad de esos papeles en que el Gobierno de Aznar firma su propia complicidad en los presuntos o posibles, hay quien dice casi seguros, desmanes aeroportuarios en conexión con los atentados guantanameros contra todos los derechos humanos. Esto que digo forma parte de una extensa realidad de la actuación del PP y en este país parece que muchos no se enteran de lo que está pasando, ya sea por blandenguería del Gobierno o bien por una exitosa y gran manipulación a nivel mediático. Por este camino no vamos a llegar muy lejos. Esto ha ido para atrás. Lo que reivindico es sobre todo el espíritu de la Transición, no la Transición en sí misma. Aquel espíritu en que la democracia política, participativa y mediática se situaba muchos números por encima de los actuales niveles. Durante años la realidad no podía ser cambiada con la facilidad de ahora. A nadie se le ocurría proponer la ilegalización de todo bicho viviente, la disolución de todo lo imaginable, la rotura de Gobiernos por cuatro palabras de un diputado. Nadie admitía o daba por buena la palabrería vana y hueca como centro de la actividad de ningún partido. La crispación brutal de la anterior legislatura se disfraza ahora de unas formas en apariencia más presentables pero que lo son igual.
