Opinión

El PP tiene que cambiar

Es una pena que hayan tenido que ocurrir desagradables acontecimientos para poder asistir a un suceso tan edificante como la toma de posesión del presidente navarro, Miguel Sanz. Es una pena que para llegar a ello hayamos tenido que contemplar el fiasco del soñado Gobierno de progreso, el grave error de la dirección central socialista y la crisis del socialismo navarro, entre otras desgracias. Pero al menos hubo al fin un dato positivo, que es la forzada recogida de velas de Sanz y su UPN, tras los vergonzosos episodios del aprovechamiento espurio y atroz de la lucha antiterrorista por parte del PP y su apéndice, la UPN.

Aquella manifestación de marzo en Pamplona, presidida por el propio Sanz y con Mariano Rajoy y su plana mayor en misión de apoyo total, es un suceso que no se puede olvidar y que forma parte de la historia deleznable de la oposición del PP al Gobierno de Zapatero. Yo no sé si Sanz se habrá arrodillado ante el PSOE y el PSN, por utilizar el despreciable lenguaje aquel del arrodillamiento ante los terroristas, pero estaba obligado a ello.

Pero en fin, ahora hemos podido ver al presidente de aquella manifestación agradeciendo a los socialistas que hayan propiciado su elección como presidente de Navarra y sus reiteradas ofertas de colaboración con ellos, tras haber asumido sus propuestas electorales para la gobernación del Viejo Reyno. Supongo que Mariano Rajoy, en primera fila del acto de toma de posesión, habrá sentido toda la vergüenza del mundo y se habrá tenido que tragar crudas todas sus nefandas acusaciones y afirmaciones de los meses anteriores, haya reconocido o no lo disparatado de su comportamiento.

Supongo también que para Zapatero el lance habrá supuesto una pequeña satisfacción, después de haber aguantado lo inaguantable. Desde el plano de la marcha general de la gobernanza, lo de Navarra y la toma de posesión debe suponer un cambio a escala general en la estrategia del primer partido de la oposición, ahora que tanto se exige el cambio en Fomento, olvidando que los ministros de Fomento no dimiten ni siquiera a consecuencia del Prestige.

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