Opinión

Dramas, novelas y enfermedades rurales

Hay dramas rurales, novelas rurales y enfermedades rurales. En las primeras, en lugar de hablarse de todo el mundo, se tratan como nos suponemos que deberían de tratarse los paletos de tiempos del rey Fruela:
-¡Dígote, Asensia, que la moza hará los 20 abriles para el día del patrón del pueblo, y que es menester que les haigan “echao” las amonestaciones para “enantes” de la vendimia. Así que a ver si espabilas al Venancio “pa” que satisfaga las vísperas y esmorrecine dos ovejuelas.
Si se trata de novela, no pasará rayo de sol, ni suspiro de vieja que no sea descrito con precisión matemática:
 -Unas briznas de heno, desprendidas de las ubérrimas gavillas, fueron a posarse en las alpargatas del viejo tío Quico, el del molino. Viólas y no atreviéndose a eventarlas, las estuvo contemplando durante cinco horas.
¡Y cinco horas que nos tiramos de hinojos ante las alpargatas del tío Quico!
Ahora, que no se nos ocurra enfermar en la aldea. Al ver nuestra garganta inflamada, el termómetro que marca cuarenta grados, el médico rural nos contará:
-¡El tío Rufo tenía unas anginas así, como cuatro veces las suyas, la parienta le cosió un sapo caliente a la camiseta y ya está bueno! ¡Y la tía Francisca! Esa sí que es una mujer de rompe y rasga. ¡Un tumor como una calabaza le quité el lunes; bueno, pues al día siguiente ya estaba en el mercado vendiendo judías, berenjenas y repollos!
Decididamente, luchamos con armas desiguales. Contra el virus rural no sirven los antibióticos cosmopolitas.

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