Opinión

Artur Mas, el indeseado

Imposible predecir qué ocurrirá este domingo cuando los catalanes acudan a las urnas, pero hay un dato absolutamente constatable: Artur Mas no tiene quien le quiera, ni siquiera sus compañeros de candidatura.

Los periodistas que tienen oportunidad estos días de cambiar impresiones con dirigentes catalanes de distinta “sensibilidad” se encuentran con la sorpresa de que es unánime la afirmación de que de ninguna manera votarían a Artur Mas para la presidencia del gobierno autonómico. Lo dicen incluso algunos de quienes comparten lista electoral con el actual presidente de la Generalitat, que aseguran además que incluso en el caso de que “Junts pel Sí” se encontrará en condiciones de gobernar, bien por un resultado muy superior al que le auguran las encuestas, bien por el apoyo que puede recibir de las CUP, no es Artur Mas la persona adecuada para llevar adelante el proceso independentista. Demasiado de derechas, demasiado ególatra, demasiada corrupción en su entorno, demasiados saltos en el vacío, demasiada ambición y demasiados cambios en su trayectoria, que le convierten en un personaje no creíble.


NO TAN JUNTOS POR EL SÍ

A todo ello hay que sumar errores importantes de estrategia: impuso la lista unitaria en la que estaba obcecado desde hacía más de un año. Quería compartirla con ERC, probablemente porque temía que en caso contrario ERC podía acumular más votos y escaños que la propia CiU, hoy convertida en Convergencia porque ha perdido la U en el camino, Durán i Lleida es nacionalista pero no independentista. Finalmente Oriol Junqueras, el líder de ERC, se avino a compartir aventura con Artur Mas en Junts pel Sí, Juntos por el Sí, formando candidatura con otras personalidades o formaciones menores que desean también una Cataluña desgajada de España. Pero Junqueras logró que esa lista no estuviera encabezada por Mas, que ha sido desplazado a la cuarta posición.

El día de la presentación pública se advirtió que Mas era el candidato a la presidencia, pero pronto surgieron voces discrepantes, empezando por quien encabezaba esa lista, el ex eurodiputado de Iniciativa per Catalunya Raúl Romeva, al que faltó tiempo para abrir el melón de la duda: Mas no tenía por qué ser considerado el candidato seguro a la presidencia de la Generalitat y, aunque a Romeva le obligaron a hacer manifestaciones a favor de Mas a las pocas horas, pronto fue un secreto a voces en Cataluña que él aspiraba a ese puesto si Junts se encontraba en condiciones de gobernar. Es más: a medida que ha avanzado la campaña, el ex eurodiputado de IC-Los Verdes ha visto cómo su imagen se iba potenciando en detrimento de un Mas que ha aparecido excesivamente gritón e intolerante en sus mítines y apariciones públicas.

Desde la CUP, formación extremista y radical en su independentismo, reiteraban, incluso cuando no se les preguntaba, que jamás apoyarían un gobierno presidido por Artur Mas. La impresión era que preferían que gobernara una opción no independentista antes que ver la continuidad de Mas en su despacho de la Generalitat. Desde la plataforma “Catalunya Si que es Pot” -que engloba Podems, Inciativa per Cataluña Verds, Esquerra Unida i Alternativa, y Equo- aparte de que se declaran contrarios a la independencia, también mantienen una posición de rechazo hacia Artur Mas.


¿SORPRESA ICETA?

Pablo Iglesias, que se está volcando en la campaña catalana, al igual que hacen otros dirigentes de partidos nacionales como Mariano Rajoy o Pedro Sánchez –Albert Rivera se encuentra en su tierra- dice claramente que su predicción es que “Junts pel Sí” no tiene futuro, se romperá en cuanto se celebren las elecciones, y él buscará la manera de llegar a algún acuerdo de fusión de la izquierda con personas procedentes de Junts. Acuerdo que le gustaría incluyera al PSC, que según las encuestas ha salido reforzado de la campaña imaginativa de su candidato Mikel Iceta, después de unos años en los que los socialistas habían alcanzado el punto más bajo de su historia.

Iceta, que no es ningún recién llegado a la política, pues ha sido durante años diputado en el Congreso, conoce a los nombres más relevantes de la política española y conoce muy bien su partido, en el que ha ocupado cargos orgánicos tanto en el PSOE como en el PSC. No le hace ascos a la presidencia. Es más, dice públicamente que le encantaría ser el presidente de la Generalitat de una Cataluña que deje definitivamente atrás su “hoja de ruta” independentista e inicie una nueva etapa basada en diálogo y en una nueva Constitución que abra la posibilidad de una España federal en el que se sientan cómodas las distintas comunidades autonómicas. Pero lo relevante es que no responda con un hipócrita “no me planteo a no ser que gane las elecciones” cuando se le pregunta si aceptaría ser presidente con el respaldo de una coalición de partidos.

Iceta sí aclara sin embargo que no formará parte jamás de un proyecto independentista, lo que impide recuperar la fórmula de tripartito de Maragall, origen de la fuerza independentista de ERC. Se abre así la puerta de un pacto de partidos constitucionalistas, Ciudadanos, PSC, PP y Unió. Porque los tracking últimos –encuestas diarias no publicables – dan entrada a Unió en el Parlament.

En buena ley, si efectivamente hay posibilidad de sumar votos suficientes para detener a los independentistas, la presidencia del nuevo gobierno debería ocuparla el número 1 de la lista más votada, que podría ser Ciudadanos y por tanto Inés Arrimadas. Si se diera ese escenario, y seguimos en el terreno de la especulación pero es el terreno en el que los dirigentes catalanes se mueven desde hace un par de meses calculadora en mano, en los acuerdos entre partidos se pacta también el nombre de quien es capaz de ser aceptado por todos, y en este momento es Iceta el que centra las miradas.

Incluso del PP, que nunca actuaría como el PSOE cuando dice que jamás pactará con PP ni con Bildu. Frase poco afortunadamente de Pedro Sánchez que incluso fue criticada por Felipe González por colocar al mismo nivel un partido democrático con otro que apoya o apoyaba a una banda terrorista.

Albiol –que también ha logrado con su campaña dar un empujón a su partido en las encuestas, aunque ahora falta revalidar ese empujón en las urnas- es de los que piensan que con tal de bloquear la ola independentista es aceptable apoyar a un presidente socialista si hay acuerdo de los partidos que defienden la legalidad y la Constitución.

Todo está abierto, y las arenas son movedizas, imposible de predecir por dónde van a ir. La única certeza es que Cataluña se encuentra dividida en dos en lo político y en lo social.

Y con una evidencia, a poco que se indague sobre cómo respira la clase política: derecha e izquierda, independentistas y los que defienden la españolidad, consideran que Artur Mas no es la persona indicada para presidir la Generalitat.

Ni siquiera los supuestamente suyos demuestran el más mínimo entusiasmo.

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