Opinión

El Procés: nuevo capítulo

Provoca hartazgo porque se prolonga desde hace años, pero es inevitable seguir de cerca el llamado Procés. Porque Cataluña es parte importante de España, o lo era –importante- hasta que la desbarataron sus gobernantes más recientes, y porque  además  el principal partido independista, ERC, sostiene a Pedro Sánchez. Con toda seguridad, nada más conocerse que ERC y JxC habían llegado a un acuerdo de coalición, Pedro Sánchez ha reunido a su Estado Mayor para analizar las consecuencias de ese acuerdo y cómo afectará a las iniciativas parlamentarias que confiaba sacar adelante  para reponerse del golpe de Ayuso.

Puigdemont sigue pisando fuerte en el negociado catalán, y habrá que ver si Aragonés  será tan  dócil y servil que fue Qim Torra. Ha tragado mucho, se ha sometido a las presiones de la CUP y la ANC, los brazos “armados” del independentismo, el que mueve las calles, y ha aceptado que el partido de Puigdemont se quede con las consejerías que más papel tendrán en la futuro: Economía y Sanidad, Justicia –la situación de los presos es prioritaria- y Exteriores , ya que también es prioritario lanzar a los cuatro vientos internacionales que España es una potencia opresora de Cataluña y Puigdemont un perseguido por sus ideas. Cuela cada vez menos, pero esa idea aún la “compran” determinados círculos poco interesados en informarse. Aragonés quería  un tripartito con el PSC y En Comú, lo que demuestra que no mentía cuando declaraba que su idea era dejar aparcado un tiempo el proyecto independentista y ocuparse de los problemas más urgentes de los ciudadanos. Pero olvidaba que las elecciones las ganó el PSC, y Salvador Illa se negó, con  razón, a ese tripartito si él no era presidente de la Generalitat. Aragonés no tuvo entonces más remedio tuvo que mirar hacia donde no quería mirar, los independentistas irredentos, y aceptar algunas de las exigencias de Puigdemont. No lo puede ni ver, pero a falta del PSC solo le queda Puigdemont. O nuevas elecciones, pero no las querían Aragonés ni Puigdemont, por si las ganaba nuevamente Illa y con más votos y escaños. Eso supondría el fin del Procés. Los promotores de ese Procés son talibanes y no se atienen a ningún razonamiento; además esa estrategia no les va mal porque consiguen que Pedro Sánchez les haga concesiones. La coalición nace con un engaño: que el independentismo lo respalda el 52 por ciento d elos catalanes. No es cierto: las cuentas son inamovibles y las últimas elecciones demuestran que solo el 27 por ciento de los catalanes apoyaron el independentismo.  La situación es distinta a cómo la pintan los coaligados y sus satélites.. 

A este gobierno de coalición, con un partido que quiere independencia ya, y otro cuando sea el momento adecuado, se le augura corto recorrido. A no ser que Pedro Sánchez le dé fuelle. Que puede ocurrir, porque a Sánchez  le que más le importa es mantenerse en el poder.

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