Opinión

Vivir la cuaresma

La sociedad actual, entregada de lleno a la ciencia y a la técnica, parece tener miedo al encuentro consigo misma y con Dios. Es mucho más fácil vivir el “carnaval”, disfrazarse, olvidarse de lo que somos y nos espera, para divertirnos, dedicarnos a ser lo que no somos y desatender los interrogantes serios y profundos. Es más fácil y placentero, beber, disfrutar de lo inmediato, no pensar seriamente en el mañana, construir castillos de naipes y olvidar las cuestiones más hondas del pensamiento.


Siento mucha pena cuando escucho que los universitarios (¡los futuros ilustrados y conductores de la sociedad!) se emborrachan con frecuencia y se entregan a ciertas drogas. ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Qué actitud adoptan ante ellos los profesores de universidad?

Si los futuros protagonistas de la sociedad no descubren la importancia de mantener la “mens sana in corpore sano”, ¿qué podrán transmitir y enseñar en el futuro? Pero ésta, es sólo una expresión de lo enferma que está nuestra sociedad. Faltan maestros, líderes y modelos íntegros y felices de poder transmitir valores y metas ilusionantes a jóvenes y niños. Y esto, en muchos casos, puede extenderse también a los padres.

Al carnaval sigue “en tono menor” y, para muchos casi ignorada, la Cuaresma. Antiguamente el carnaval era un fuerte “desahogo” y la Cuaresma era un tiempo de “rigurosa penitencia”, el contrapunto. Hoy la Iglesia se centra en actitudes, no tanto en prácticas o ejercicios de ascesis y oración puntuales, aunque también.

De lo que se trata es que el individuo y la comunidad cristiana se interroguen sobre la autenticidad de su fe, su entrega al Evangelio de Cristo y su actitud de amor permanente hacia el prójimo, sobre todo al pobre. El modelo de Cristo penitente en el desierto y tentado por el “Mentiroso desde el principio” (el diablo), es quien nos enseña a rechazar las tres grandes tentaciones de siempre: el materialismo hedonista; la vanidad-fama efímera y el poder idolatrante.

Será Cuaresma cristiana si dejamos interrogarnos sobre estas tentaciones en silencio, si volvemos de corazón al Dios lleno de misericordia y garante de nuestra libertad, si enriquecemos al pobre con la “riqueza” que Dios nos regala. Cuaresma, con la gracia de Dios, es crecer en la vida nueva y/o retornar por la penitencia al Dios manifestado plenamente en Cristo, su Hijo.

Esta semana comienza ese tiempo que la Iglesia coloca para la sincera preparación hacia la Pascua que es el centro de su Liturgia y de su espiritualidad.

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