Opinión

Crónica de un accidente anunciado

Cuando se produce un percance de cualquier tipo lo primero que nos preguntamos es porque no hicimos las cosas de acuerdo con las formas adecuadas para que ese accidente no se hubiera producido, sobre todo cuando, como pasa en la mayoría de los casos, depende únicamente de la voluntad del que lleva los mandos en ese momento del vehículo, tren, avión o cualquier máquina. A “toro pasado” comprobamos lo sencillo que hubiera sido evitarlo si el conductor, maquinista o piloto hubiese actuado correctamente, nada más fácil que dejar de acelerar o de frenar a tiempo pero que, debido a no poner atención, por despiste, o porque no estamos en condiciones, los accidentes se producen todos los días debido a nuestras imprudencias y errores. También era fácil entregar la papeleta correcta al ganador de un Oscar a la mejor película, pero ya ves. Siempre pasa lo que sucede, me decía un recordado amigo.

Con el objeto de mejorar la seguridad en el automóvil se han ido incorporando a los vehículos distintos elementos para intentar reducir los accidentes o mitigar los daños ocasionados; cinturones, apoyacabezas, airbags, sistemas de frenado, etc. Algunas de estas mejoras tardaron mucho tiempo en incorporarse en nuestro país, cuando en otros era obligatorio desde hacía años. El que a Franco no le gustaran los coches, había dejado su huella. Recuerdo que en los años ochenta, visitando una fábrica de automóviles, observé que los coches destinados a la exportación les ponían lunas de parabrisas laminadas, “Triplex” les llamábamos, mientras que los destinados al mercado nacional, ni como opción las servían, seguían equipándolos con las lunas convencionales, que estallaban fácilmente, sobre todo si ibas rápido, inundando el coche de milimétricos cristalitos y produciendo heridas a los ocupantes, todavía quedan muchos ciegos en nuestro país a consecuencia del estallido de estas lunas que pueden atestiguar lo que estoy escribiendo, y en caso de pedir demostraciones, no tengo ningún inconveniente en mencionar la fábrica y el modelo concreto al que me he referido anteriormente.

Una de estas aportaciones que se han ido incorporando con el consabido retraso, eso sí, son las luces de emergencia, que pueden resultar muy eficaces en la prevención de accidentes, pero debido a ese retraso, todavía hay actualmente mucha gente que no cuenta con ellas para nada ni saben para que están y se pone tranquilamente detrás de un coche que las tiene encendidas como si tal cosa, esperando que se mueva. Hasta los responsables del tráfico de Madrid desconocen su utilidad y eficacia como medida de prevención de accidentes cuando no se las exigen a esos armatostes que van por el congestionado Paseo del Prado en los que diez o doce pasajeros van pedaleando unos frente a otros, en torno a una alargada mesa, divirtiéndose, cantando y tomando cervezas en medio de la densa circulación de coches, motos, bicicletas y autobuses. De locos. Pues bien, estos artefactos, sobre todo de noche, son como una aparición, un auténtico peligro, van prácticamente parados, en fútbol sería una obstrucción de libro, llevan apenas unos pilotitos como si fuera un seiscientos. Y después dicen que no hay milagros.

 ¿Qué esperan para ponerles al menos unas potentes luces de emergencia o una baliza giratoria como las que llevan las ambulancias que avise a los conductores de ese peligroso obstáculo en plena avenida?

Te puede interesar