Opinión

Feliz año nuevo, pero sin comparaciones, por favor

Porque ese es el verdadero problema, las comparaciones, y así no hay forma de ser feliz. Siempre estamos observando lo que hacen los demás, buscando referencias, con los de allí, con los de aquí, con el vecino, con la vecina, con los del norte, con los del sur, con los negocios, con las elecciones; con todo, hasta con la felicidad. No deja de ser una falta de personalidad, nos pasamos la vida comparando y de ahí vienen los cabreos. Donde más se nota es en el aspecto económico, que es donde puede haber solución, aunque sea con la lotería, porque en el apartado físico e intelectual, como viene instalado de de fábrica, lo único que podemos hacer es cuidarlo y que dure, que no es poco. En la economía el cabreo viene, más que nada, no por lo que les pueda faltar a unos, si no por lo que les pueda sobrar a otros, pura envidia. Más que el ser o no ser del Hamlet, esta es la verdadera cuestión, tener o no tener.

No cabe duda de que el tema es complicado, lo de ganar o no ganar dinero es la primera fuente de conflictos entre los humanos desde que nuestro planeta está habitado. Nunca estará legitimada del todo la acumulación de capital por una parte de la sociedad, mientras un gran número de sus habitantes, dependiendo en gran manera del país al que nos refiramos, pasa dificultades para alcanzar los mínimos de una vida digna. Pero estas son las reglas que rigen en un sistema capitalista de libre mercado como el nuestro y el de la gran mayoría de los países.

Sabemos que el capitalismo no es un sistema justo, pero podemos decir que es el sistema natural por antonomasia, porque la naturaleza tampoco es justa. Nos lo demuestra todos los días, por eso los otros sistemas, mejor dicho, el otro sistema, alternativo al capitalismo, está demostrado a lo largo de la historia, que es peor, rotundamente. No es natural, podríamos decir. No hay más que ver lo que pasa en esos países donde impera. Si no está Vd. de acuerdo, ¿me podría citar alguno de estos en el que se viva más o menos libre, confortable y en paz? No por nada, para irme allí, simplemente, aunque solo sea por una temporadilla, para despejarme al menos de tanta, iba decir, mierda.

Las pasadas elecciones en nuestro país son un reflejo de que hay un gran número de personas que no está de acuerdo con nuestro sistema. Podemos decir que estaba cantado, porque el capital es insaciable, y no es que se cuestione el hecho de ganar dinero en sí, si no, y sobre todo, la forma en que se gana. Por ejemplo, está muy claro, lo aceptamos y brindamos por ello, que sea millonario el que le haya tocado la lotería. También podemos entender al empresario que ha sabido jugar bien sus cartas, ha invertido su capital y su trabajo y haya logrado una gran fortuna.

Que pague sus impuestos, que siga ganando dinero y en paz. Lo que no podemos permitir ni un minuto más, es que se siga utilizando a los poderes públicos y sus “ ramificaciones giratorias” para forrase. No es de recibo que una empresa que se dice privada, pueda contratar a una política, por muy competente que sea, que lo es, por 300.000 euros en un año, esto no es la ley de la oferta y la demanda, esto es corrupción, simplemente, porque lo que quiere esa empresa no es su trabajo, son sus contactos. ¿Para qué? Pues eso. Que expresidentes puedan amasar una fortuna por el hecho de haberlo sido. Que un exministro pueda vivir en París en un lujoso piso de 11.000 euros al mes del erario. Que un embajador, diputado, alcalde, concejal, consejero etc. puedan ejercer su vocación empresarial, pero desde su asiento en la embajada, Congreso, Senado, ayuntamiento o gran empresa. Hay muchos, demasiados, empresarios de ventaja en nuestro país, sin arriesgar capital, sin naves, instalaciones, IVA, maquinaria, IAE, ni trabajadores, pero cobrando, eso sí, su gruesa nómina a fin de mes, generalmente de papá Estado.

Como ahora ya no funciona lo del becerro de oro, ni lo de pasar el camello por el ojo de la aguja, ni el desalojo de los mercaderes del Templo, a ver si por lo menos algún día, funciona la vergüenza.

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