Opinión

El negocio de la sanidad

En un reciente artículo de Alfredo Conde titulado, “El brutal cambio de usos y costumbres”, que aparecía hace unos días en este diario, nos contaba el caso de su abuelo, médico rural en Allariz y su comarca desde finales del siglo XIX y fallecido a mediados del XX, que nos sirve de ejemplo del profundo cambio que hemos sufrido en este espacio de tiempo, relativamente corto, que puede hacernos parecer que nuestra generación, aunque no lo aparentemos, podríamos tener perfectamente cuatrocientos o quinientos años, ya que prácticamente, hemos enlazado los usos medievales con los contemporáneos en un santiamén. Decía Alfredo Conde en su artículo: “para que se de una idea de como era mi abuelo, y con él la gran mayoría de sus colegas de aquel tiempo , recordaré como, estando él en las últimas, tuvo que oír el reproche cariñoso de un hijo suyo, boticario, que le dijo que le parecía mentira que, después de sesenta años de ejercicio de la medicina, les dejase en herencia lo mismo que él había recibido de su padre, mi abuelo se indignó un poco y le contestó algo airadamente con un ! coño, como iba a cobrar a los pobres ¡..." Y a los ricos tampoco les cobraba porque eran amigos…

No pude evitar que, leyendo este artículo, recordara la carta que hace unos días recibimos en casa, en la que nuestra compañía sanitaria de siempre, la aseguradora MUSA, que heredó la mutua del servicio médico del colegio de abogados de Madrid a la que pertenecíamos desde hace casi cuarenta años, comunicándonos que, a partir de Enero del próximo año, si queremos continuar en la citada compañía, el recibo que estamos pagando actualmente se incrementaría en un 300x100 aproximadamente. Así de simple, a palo seco, sin más aviso. Todo por haber sobrepasado los setenta años y no habernos muerto todavía, como estadísticamente nos correspondería según los cálculos que seguramente habrían hecho, pobrecitos. No saben cuanto sentimos contrariarles, señores, es un decir, de MUSA, pensar lo que le podríamos haber perjudicado en sus resultados económicos, nos produce gran pesar, pero de momento seguimos por aquí. Muchas gracias por los servicios prestados.

Soy consciente de que las empresas que tienen estos negocios basados fundamentalmente en la estadística y que no cuentan con los principios del abuelo de Alfredo Conde, no tengan el más mínimo interés en seguir teniendo como clientes a estos mayores que si no andan a vueltas con el colesterol, lo andan con la tensión, glucosa, válvulas, hernias, artrosis, transmisiones o insuficiencias de todo tipo, los negocios son así, cuando no salen los números, hay que cortar por lo sano, nunca mejor dicho, antes de que enfermen. Lo que pasa es que no estamos preparados, ya digo, han pasado muchos años pero seguimos entendiendo perfectamente lo que hacía el abuelo de Alfredo Conde y otros como él que han hecho que el mundo que habitamos sea un poco mejor, a ellos se lo debemos, pero tendremos que reconocer que, como le decía su hijo ya en entonces, los números, al menos los números humanos, los económicos, no salían, pero claro está, había otros valores, otros principios, otros números, tal vez los números divinos sí le salían, pero por desgracia , ahora no se llevan, no sé si me explico.

Hoy, cautivo y desarmado el mundo de los valores morales, el becerro de oro se presentaría a las elecciones delos Estados Unidos & vecinos, y las ganaría por goleada. La civilización ha terminado.

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