Opinión

Esta no es mi izquierda

Cuando estaba prohibido, mejor dicho, cuando todo estaba prohibido; los niños-jóvenes de Ourense, sobre todo los que iban, o íbamos al “Cisneros”, “Estudios Galicia”, o “Bóveda” en donde se refugiaban muchos de los profesores represaliados que estaban vetados en los centros de la enseñanza oficial; empezamos a escuchar comentarios, cuando ya estábamos en un ambiente confidencial, sobre cuestiones políticas que nos mostraban su malestar con el régimen franquista; esto claro está, tenían que hacerlo con gran cautela porque a la mínima sospecha de “rojerío” podían arriesgarse a la visita de los de la “secreta” y estos no se andaban con chiquitas. No quiero citar expresamente los nombres de aquellas personas, pero estarán siempre en nuestra memoria los profesores, curas, funcionarios, etc., que considerábamos de izquierdas y que durante muchos años tuvieron que vivir ocultando sus verdaderas ideas y sentimientos aunque tuvieran que cantar el “Cara al sol” cuando tocaba.

Eran los equivalentes a nivel nacional, de los Padres Llanos, o Diez Alegría en el Pozo del Tío Raimundo, o los sindicalistas Marcelino Camacho, Nicolás Redondo y tantos otros cuyo denominador común era que no tenían un duro y si lo tenían, lo repartían con los más necesitados. Esto era lo que pensábamos entonces que era la izquierda.

Para los que empezábamos a ver el mundo en aquellos tiempos en los que lo único permitido era cumplir con los mandamientos, la derecha era la única opción admitida, los términos socialistas o comunistas nos sonaban a clandestinidad o peligro pero en el fondo asociábamos a esta gente de izquierdas con su desapego al dinero y su entrega a las clases sociales más desprotegidas.

Pero después llegó la nueva izquierda que ya no disimulaba su entusiasmo por los consejos de administración, las asesorías millonarias, los yates, o las tarjetas Black, y se nos rompieron los esquemas. Personalmente, la primera sorpresa en el sentido de comprobar cómo era la izquierda adinerada, fue cuando un día del año 1976 en Madrid, entra en “Canalcar”, Aitana, la guapa y simpática hija de Rafael Alberti, para comprarnos un Citroen GS Break nuevo, que nos paga sobre la marcha al contado, seguidamente nos invita a su casa, un espléndido piso en la zona del antiguo metropolitano, junto a la universitaria, que según nos comentó lo acababa de comprar, sin hipoteca alguna, a la vuelta del exilio de Roma de su padre. Curiosamente, Aitana y yo nacimos el mismo año, solo que ella en Buenos Aires, y yo en Bentraces, salvando las distancias, nunca mejor dicho. Ella era comunista, yo tampoco, que diría Dalí. Se fue “pa” Cuba.

Otro ejemplo que me tocó de cerca, el de Antonio Gades que coincidíamos en el puerto de Altea y en donde salía siempre a navegar con su velero, en los años ochenta, un Endurance 35, lo hacía siempre solo, se conoce que su compañera de entonces, Marisol, no le gustaba navegar. Era un enamorado del mar, se fue a Cuba navegando, entusiasta admirador de Fidel Castro. En fin, nos costó, pero ahora ya sabemos que se puede ser millonario y socialista, comunista y vecinos pero, qué quieren que les diga, entiendo mejor el izquierdismo del Padre Llanos. No sé si me explico, porque cualquier día nos sorprende el Donald Trump diciéndonos que es un entusiasta socialista-comunista-revolucionario y entonces, ya me contará. Apaga y vámonos.
 

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