Opinión

Parlamento de papel

El denominador común de todo discurso político, ya sea en una tertulia, entrevista, mitin, o desde su asiento en un parlamento, senado o ayuntamiento, es que todos los protagonistas parlantes están convencidos de que su opción es la única válida y exclusiva. Creo que me moriré sin haber asistido a un mitin político, no porque no lo considere interesante y respeto a los que asisten con asiduidad y entusiasmo a tales encuentros, pero tampoco iría a un convención donde reiteradamente me digan que tal marca de coche, de ordenador o de cafetera, es la única válida y que todas las demás marcas no sirven para nada y que son tan inútiles como un hisopo sin agua bendita.

Los líderes catalanes sin excepción, están tan convencidos de que la única opción válida para Cataluña es su independencia, como lo estaban los anteriores líderes de que el único camino posible era el que marcaban los principios fundamentales, o la lucha por el proletariado. Aquí nadie duda, aquí nadie rectifica, aquí nadie recuerda los errores, da igual el paso de los años. Da la sensación de que todo sigue igual. La imbecillitas ataca de nuevo. Se repiten los mismos discursos, los mismos argumentos, los mismos insultos y gana el debate el que más insiste, el que más habla, el que más grita.

Tenemos que admitir que las cosas van evolucionando. Cuando se empezaron a fabricar coches, los frenos se accionaban mediante unas varillas que conectaban con las zapatas de las ruedas, después mediante cables, posteriormente por conductos hidráulicos, y después se fueron incorporando servofrenos, ABS, de disco, etc. Si un señor se pone hoy a fabricar un coche, seguro que ya le pone, de salida, frenos de disco a las cuatro ruedas, ABS, etc. Es decir, se aprovecha de la evolución de las cosas. Pero en política, no ocurre esto, no hemos evolucionado, machiño. Si a Vd. se le ocurre independizarse, y necesita, claro está, un Parlamento, lo tendrá que organizar, en el mejor de los casos, como lo hacían en el Senado romano, antes de Cristo. Es decir, seguimos con los frenos de barilla, peor en este caso, porque aquí no tenemos un Cicerón. No sé si me explico.

Y esto es lo chocante, si estamos en la época en que los nuevos sistemas han revolucionado las comunicaciones (hoy el soldado Filípides, no se hubiera dado la paliza de correr los 42 kms. para anunciar la victoria del Maratón, habría enviado un whatsapp: Amigo, cautivo y desarmado el ejército persa... la guerra ha terminado, hemos ganado, tío). ¿Cómo es posible que un Parlamento actual, nacional, regional o supranacional, siga funcionando como en los tiempos de los griegos o romanos?

Podríamos hacer una prueba piloto con el Parlamento Europeo proponiendo a los 750 eurodiputados que desde sus respectivos países se van todas las semanas a Bruselas para, en el mejor de los casos, apretar un botón para decir sí o no, que se quedaran en sus casas participando en los debates conectados a su ordenador y haciendo sus propuestas por escrito. Creo que sería posible, en todo caso nos ahorraríamos ingentes cantidades de dinero. Por otro lado, sabemos que lo que vale, es lo que queda escrito. Pues hagamos de una vez un Parlamento por escrito, de papel, o si lo prefiere, un Parlamento electrónico. De esta forma, un mudo podría ser un buen parlamentario, incluso presidente, así no le reprocharían que no supiera inglés, ni que no hacía declaraciones. Yo, desde luego, me “apuntaría” a ese futuro PE (Partido Electrónico) sin discursos, sin arengas, sin mítines. Tal vez no fuera perfecto, pero sin duda, sería mucho más silencioso y económico.

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