Opinión

La oportunidad de la Plaza de Abastos

Antiguamente a un alcalde se le interrogaba por su modelo de ciudad. Cuáles son sus grandes apuestas, qué va a hacer antes de que finalice su mandato, qué quiere implementar si revalida la confianza de los votantes. Con Jácome se ha llegado al punto que algún vecino con retranca lo único que le preguntaría ya es qué cosas no va a desmontar en el tiempo que le quede con el bastón de mando. Como se ha señalado varias veces, haber naturalizado esa no gestión le facilita el día a día porque nadie se sorprende de casi nada, pero el vacío abre otro interrogante: ¿qué acciones que no hace hoy el Concello pueden suponer más lastre en el futuro de Ourense?

Quizás la respuesta encuentre forma de fondos europeos, concesiones caducadas o el maltrato a Servicios Sociales o a Cultura. Pero el enésimo desplante del alcalde a los placeros acerca la reflexión a la Plaza de Abastos de As Burgas, teniendo en cuenta que su grosería solo recordó lo que ya se sabía: el tiempo corre mientras falta por definir el parking, los interiores, la accesibilidad o la reforma del rianxo. Los ourensanos leen cómo está en riesgo una parte importante de la subvención estatal que tanto costó conseguir y en el horizonte se cierne otra imperdonable paradoja municipal: por lo visto, la larga sucesión de retrasos parece no haber sido plazo suficiente para iniciar el traslado de los comerciantes justo tras completar el fin de las obras, previsto en la segunda parte del 2021, y liberar con urgencia a la Alameda de ese armatoste provisional. 

En un gobierno en minoría como este, lo usual sería ver estos días al alcalde pidiendo a la oposición diálogo constructivo “por el bien de la ciudad”. Bueno, Ourense vive al contrario: la oposición es la que se ha comprometido a desatascar el trabajo que debería estar haciendo el regidor. Sin una moción de censura que revierta el caos, al menos se antoja de responsabilidad pública atender a lo que políticos y periodistas suelen llamar “proyectos estratégicos” e intentar situar estas cuestiones por encima de la bruma de parálisis que rodea la rutina ourensana. Aunque suene obvio, es necesario repetirlo: la Plaza no es “un gran marrón”, como la definió Jácome, sino una gran oportunidad: para los placeros, por el reimpulso a una infraestructura que ha demostrado siempre su fortaleza, y para toda la ciudad, por su potencial económico. Y también para los políticos responsables si logran una cooperación efectiva entre administraciones y suman a la rehabilitación del edificio principal un nuevo rianxo que realce su singular encanto y una oferta gastronómica dinamizadora, con pulpeiras y otros atractivos de la tierra. No hace falta inventar nada sino recordar viejas propuestas ya publicadas en estas páginas o ejemplos como el remozado mercado de Pontevedra, culminado en 2019 con puestos de pulpo, productos gourmet, cervecería artesanal o una vermutería. Al menos, la distancia de haber llegado dos décadas tarde a esta reforma debe ahora permitir a Ourense aprender de lo hecho en otras ciudades y no repetir errores. Aquí ya no se puede perder ni un solo minuto más.

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