Opinión

Pilar Llop o los otros políticos

Una realidad de escribir de política es que normalmente lo haces para criticar. Lo contrario puede chirriar por lo sencillo que es caer en la hagiografía y porque si la función del periodismo es fiscalizar, para qué vas a hablar de un concejal o un diputado si está cumpliendo con su rol de concejal o diputado. Sucede al contrario en la crítica cultural: para qué escribir de un libro si lo vas a poner a parir. El riesgo es acabar dando la sensación de que todos los políticos son igual de malos y todos los libros son igual de buenos. Por eso tras sufrir irrupciones como las de la nueva consejera de Educación de Murcia parece justo reparar de vez en cuando en referentes del camino inverso. Y en esta categoría de cumplidores en las instituciones lejos de polémicas ni “carismas” se puede englobar, por ejemplo, a la presidenta del Senado, Pilar Llop. 

En su intervención de la semana pasada en la presentación del informe de Next Educación sobre la despoblación, Llop reivindicó sin partidismos ni clichés el peso del rural en el futuro de España y el esfuerzo de las administraciones locales para vertebrar el territorio o en la lucha contra el covid. El organizador del acto, Manuel Campo Vidal, destacó el compromiso de su discurso, reflejado también en su biografía: magistrada feminista de formación sólida, con experiencia en el derecho internacional y letrada del CGPJ. Defensora de la igualdad de oportunidades, en una entrevista tras asumir su cargo en el Senado recordó cómo le ha influido el ejemplo de sus padres y escuchar los testimonios de las mujeres que se sentaban en las butacas de la peluquería de su madre. En otra alertó del populismo y mostró autocrítica: “Es como si hubiera dos realidades paralelas, como si los políticos viviésemos en un mundo diferente, ensimismados en la confrontación”. Ella llegó a ese mundo en 2015 como diputada socialista de la Asamblea de Madrid, fue delegada del Gobierno contra la Violencia de Género y tras sonar como número 2 de Sánchez en las últimas generales accedió a la presidencia de la Cámara Alta por designación autonómica. Ahora, como número 3 de Gabilondo tocará comprobar si es mayor el reto de voltear la previsible goleada de Ayuso o relanzar el papel del muy necesitado Senado. 

No debe ser casualidad que muchos de los perfiles más solventes de la actual política española sean independientes: demuestra los problemas de los partidos para reconocer en sus cuadros al talento frente a la obediencia. Por eso quizás el mejor aporte a la vida pública de Pedro Sánchez sea paradójicamente tener escasas obligaciones con el viejo aparato del PSOE tras la crisis orgánica de 2016 y poseer así más margen para situar a personas sin carné socialista en puestos de relevancia: Robles, Calviño, Escrivá, González Laya o la propia Llop. Aunque es cierto que guardar un estupendo currículum no garantiza unos mínimos en la gestión y ahí está como demostración Grande-Marlaska. Pero ese ya es otro tema. 

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