Opinión

Lembranzas de las fiestas de Santiago

Como un mes antes, ya se empezaba a mascar el ambiente de las Fiestas de Santiago en A Ponte. En el seno de las familias Caldeñas y Pontinas, surgían los primeros diálogos sobre el número de invitados y del clásico menú que se prepararía ese día en el domicilio. Se hablaba ya de que había que ir pensando en encargar en la carnicería habitual de la plaza, el “carruxo” para el ágape. Eso era imprescindible, además de la empanada.

Los escaparates de los comercios y tiendas se recolocaban un poco para lucir mejor, y los propietarios de bares comenzaban a hacerse una composición mental de la superficie que ocuparía la ampliación de su terraza.

Los días iban pasando y ya León o Zacarías, subidos a aquellas escadas que trasladaban de un lugar a otro sobre grandes ruedas de madera, tendían de un lado a otro de las calles, los alambres de los que colgarían los artísticos arcos con bombillas de colores para la iluminación nocturna, que darían vistosidad a las riadas de gente.

Con antelación A Ponte se impregnaba de un halo alegre pre-festero. No era para menos, el sarao del 25 de Julio de cada año, marcaban un antes y un después en lo cotidiano familiar anual de los vecinos de la margen derecha del Miño.

Una semana antes del comienzo del regocijo callejero, una camioneta iba descargando madera, en la explanada de la Estación, en la calle de Las Caldas, así como en frente a la vieja Estación, y entonces una cuadrilla de carpinteros construía los palcos para las orquestas a golpe de tabla martillo y puntas. Además, el personal del ayuntamiento lavaba las calles con un poco mas de esmero.

Los programas nos anunciaban las novedades de ese año, en cuanto a eventos. Así por ejemplo creo que fue en el 61, que se hizo una seudo carrera de Karts a través de las calles del barrio, que por lo novedoso concentró a un público llegado desde todos los pueblos aledaños. Era la primera vez que en Orense se celebraba una “!carrera de karts!”; y a gente de la época les parecían “bólidos pequeñitos”…. ¡qué tiempos!.

En la explanada de la Estación Nueva era obligada la jincana motociclista, que después culminaba con la exhibición de Estanislao Reverter como número cumbre, dando vueltas cerradísimas y poniendo el coche, sobre dos ruedas laterales , alrededor del poste de aquel que soportaba el original reloj, que estaba en el centro de la explanada. ¡Espectacular!

No faltaba la popular carrera de ciclista, en la que participaban grandes figuras del momento, como Raúl Rey, Fernando Manzaneque, Pérez Francés, además de los Hermanos Delio y otros muchos, cuyo recorrido de circuito lo efectuaban por la calle de Las Caldas, Carretera de Vigo calle Tras Estación y Avenida de Santiago. Tampoco faltaba el tradicional partido de baloncesto entre El Puente y el Layton, que se jugaba en una desusada nave sin techo de la vieja estación, a modo de cancha.

Tenía su momento también esperado por los pontinos, la actuación de Elías Carnicero con su exhibición de patinaje artístico, que a veces combinaba con piruetas sobre una bicicleta, no exento de gran riesgo. ¡Erizaba el pelo!

No quiero pasar por alto, la rigurosa procesión del Apóstol (que por cierto llevaba el primer racimo de uvas de la temporada en la mano, traído de Alongos), y que “a las ordenes de don Jesús Pousa”, encabezaba la Corporación Municipal y Comisión de Fiestas correspondientes, en marcial paso lento para mayor fervor y mejor lucimiento de las galas festivas. Hasta la popular pareja Pablito y Pilarita, con Lelé o incluso el Capitán Bombilla lucían pulcra vestimenta ese día.

Por la tarde era obligado ir a merendar a la orilla del río, al Campo de Santiago; solían acudir primero los cabezas de familia cargados con la vianda, (mas empanada, mas cordero….) y además para coger un “buen sitio donde colocar el mantel” en el suelo, que no hubiera muchas hormigas, e introducir las botellas de vino atadas con una cuerda, a refrescar dentro del río. Mientras, la juventud “escarceaba” un poco por la fiesta hasta la caída de la tarde, para incorporarse entonces al picnic.

Era pintoresca la ida y venida de la “Barca do Emilio” haciendo las consabidas travesías hasta Reza y viceversa a golpe de remo claro, para traslado de “personal” entre márgenes del río, con la lancha engalanada con banderitas para la ocasión.

Hay que decir que las fiestas no eran demasiado extensas en número de días. El “refestexo” era ya el día de Santa Ana, pero estaban cargadas de entrañable popularidad, y se desplazaba toda la Ciudad a disfrutar de aquellas orquestas en la elite como Rambalts, Gran Parada, Compostela, Radio, Los Satélites, Chicos del Jazz, Sintonía, Trovadores etc., ¡ah, y “bailaba todo el mundo!” (No como ahora que nos embobamos mirando la altura que tiene el escenario). Al final de la verbena se juntaban todas (las orquestas se entiende), y a modo de pasacalles caminando entre la gente, recorrían las ruas de A Ponte interpretando ya a guisa de charanga informal, el popular “La conga”. También ese fin de fiesta, era un espectáculo.

Me olvidaba de decir que una avioneta sobrevolaba a baja altura el Balneario de Las Caldas en el mediodía del 25. Era José R. Coronel de aviación, quien la pilotaba desde Vigo; estaba casado con Sisa, una hija de “Os do Baño” (como decía la gente mirando alelada la avioneta). El aviador entonces saludaba a su familia con varias pasadas y regresaba a su base.

Quienes de aquellas generaciones leen estas lembranzas, seguro que recuerdan otros muchos pasajes y anécdotas de las entrañables pretéritas Fiestas de la populosa barriada, con tan profundo sabor a “salsa mandinga”, que estaba de moda en el ritmo musical de sus inigualables verbenas, que comenzaban con el informal “folion” el día 23, y finalizaban con el fuego acuático de Josman sobre el Miño; que a las doce de la noche del 25 era como obligado admirar desde el Puente Viejo.

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