Opinión

¡No! No es eso, ni así, candidato

El hombre poco claro no puede hacerse ilusiones: O se engaña a sí mismo, o trata de engañar a otros” (Sthendal). ¡Claro que sí!, que “amar a terra non precisa de palabras grandilocuentes”; ya los clásicos nos enseñaron “res non verbas”. Pero al igual que un paciente, en su primera consulta médica, necesita una completa anamnesis –historia clínica- para su devenir, el candidato auto relegado con aviesas intenciones (Villarino) enseñó pronto sus dientes. Nada más ser nombrado secretario xeral provincial de los socialistas prescribió, de entrada, toda una receta como declaración de intenciones hacia la formación política rival: “Desparasitar ao PP na Diputación”, que aparte de insultante intrusismo –que yo sepa el señor Villarino no es veterinario- también denota desprecio al oponente, al mismo que ahora necesita. ¿A quién trata de engañar Villarino con su proceder?

“Toda clase de gobiernos está basado sobre compromisos y pactos” (E. Burke). Tras los resultados de las municipales de 2019 se le ofreció al candidato Villarino liderar al Ayuntamiento de Ourense por haber ganado las elecciones, aunque le faltaran cinco concejales para la mayoría; y así, el PP se quedaría con la Diputación de Ourense, que había ganado las elecciones provinciales de manera rotunda, sólo a falta de un diputado para la mayoría. Pero al ignorar los compromisos y pactos, su ambición rompió el saco. Pretendió el candidato Villarino quedarse con todo. No sin antes procurar la alianza con quien ahora maldice, el actual alcalde. Al final quedó desnudo y descompuesto, exclamando haber ganado las elecciones; cuando todos sabemos que ganar no es sinónimo de gobernar, lo que debiera saber bien por propia experiencia.

“Cuando miras mucho a un abismo, también miras dentro de ti” (Nietzsche). Lleva meses, el señor Villarino, pidiendo a su tan despreciado como insultado rival esa firma necesaria para procurar la alcaldía, primero a su persona y, desde hace unas semanas, para persona interpuesta de su grupo. Pero a estas alturas de la cruzada antiJácome, nadie es ajeno a que el aspirante Villarino atesora grandes dosis de prepotencia, ausencia de humildad, nula credibilidad y falta de empatía. ¡Sí!, lo imposible es lo que no intentas, pero siempre bajo la premisa del convencimiento de que lo necesitas por el bien del interés general de la ciudadanía de Ourense. Arrogancia y mentira son perniciosas consejeras para aspirar a algo. Para muestra de lo dicho, recordar que, a día de hoy, el aspirante a obtener los beneficios de la formación a desparasitar aún tiene recurridas las subvenciones a autónomos y pymes de la provincia, después de que hayan cobrado todos hace un año.

Hace unos días, en un Foro La Región, Richard Vaughan lo dijo: “El éxito se alcanza dotando al hoy de la máxima calidad”. La ciudad de Ourense necesita presente y construir futuro; ello desde la política más cercana a los vecinos, la municipal. Y en estos tiempos complejos y llenos de dificultades, muchos de estos vecinos no encuentran explicación a que un político local con aspiraciones de liderar la ciudad, que ya no es un advenedizo en política municipal, propiciara y mantenga judicializadas las ayudas a los autónomos y pymes de la provincia; una sinrazón como irracional proceder al bien común. El señor Villarino, como pretendiente a la alcaldía, o a través de concejal o concejala interpuesta, confunde la política como posibilidad con la política del dislate y la impostura, que la convierte en su marca personal. Y eso no se corresponde con la calidad democrática, ni de humildad, que debe de exhibir el candidato necesitado de ayuda.

El interés y la ambición personalista, tan entendible como legítimo en política, no deben colisionar con el interés general. Deje al lado ese continuo “quien no recoge conmigo desparrama”, que no avala para ponerse al frente de la mayor institución municipal de la provincia. Mi idolatrado Neme lo significa recitando aquella expresión: no pude colocarse al frente de la institución municipal a un cabo con aspiraciones de general. “La renuncia es la única verdad de acción no envilecedora” (Cioran).

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