Opinión

El gobierno del activismo y la influencia

A George B. Shaw lo acusaron de crítico y polemista pero, habiendo muerto en 1950, dejó claro que: “Las epidemias han tenido más influencia que los gobiernos en el devenir de nuestra historia”. Y a mí no me parece, visto lo visto, que no tuviese gran dosis de razón. Ya que cuando estamos inmersos y siendo víctimas, así llevamos más de un año, de una pandemia de tres dimensiones -sanitaria, económica y social-, el más común de los mortales, en sus cabales, desea para su país un Gobierno fuerte, coherente y homogéneo, que lidere la situación con certeza y credibilidad; y que, aun poseyendo estos atributos, no estaría de más que se entendiese con la oposición y ésta arrimara el hombro. ¡Claro que ni se vislumbran tales sinergias!; la evidencia es la de estar delante de un Gobierno y de una oposición inconscientes, que ante el bien supremo –la salud- y sus importantes consecuencias colaterales, obvian sus responsabilidades. ¿La traducción?: el mes de marzo –suele ser buen mes para el empleo- la pandemia deja en su primer año más de 400.000 parados y 700.000 trabajadores en ERTE, que si Dios no lo remedia pasarán a engrosar el desempleo en su mayor parte.

Pero -siempre existe un pero- para la consecución de una situación garantista, acorde con el sentir general de nuestras necesidades y paliar esas malas cifras, deben darse previamente una serie de criterios concordantes: 1) Que el Gobierno se ocupe a, tiempo completo, gobernar; no ser gobierno y oposición a la vez, todos los días del año. No es entendible ningún grado de participación a la oposición mientras el Gobierno mantenga en su seno una auto oposición. Incomprensible y de mal pronóstico que haya un Gobierno que se dedique a crear problemas con cuyo posterior proceder en la solución hacer que hace, para luego pedir auxilio a la bancada de enfrente, cuando no echarle culpa de la situación. 2) Que el Gobierno de España esté apoyado por socios que crean y defiendan la diversidad de las distintas regiones y pueblos de España, además de su unidad, respetando la Constitución. ¿Cómo va a ser posible defender a España quienes no creen en ella y se quieren ir, con el objetivo de crear su propio Estado? Con semejantes intenciones, todo lo contrario. 3) Que el Gobierno no cree más problemas de gobernabilidad que los existentes. Las mociones de censura en distintas CCAA sólo sirven para desviar la atención de lo principal, observando cómo mientras cientos de españoles mueren cada día, sin embargo, las formaciones políticas están enfrascadas en otras tretas; con lo cual aumenta la desconfianza y el enfrentamiento entre la clase política y los ciudadanos.

Son tiempos delicados en lo institucional y en lo político. Cuando el mismo día que la CEOE se niega a sentarse a negociar la reforma laboral, advirtiendo a la ministra de Trabajo de que no es el momento y se equivoca al plantearla, sin embargo la ministra de Asuntos Económicos se alinea con la CEOE frente a la contrarreforma laboral. Ante esto mi idolatrado Neme deduce que no existe política laboral coordinada en el ejecutivo. Y no es que no puedan discrepar dos ministras del mismo Gobierno; es que denotan sensibilidades ideológicas enfrentadas en lo laboral. ¿O es esto lo que deseamos de un Gobierno bipartito en tiempos de alarma pandémica? O mismo cuando se está a ver cómo resolver esta discrepancia, una parte del Gobierno amenaza con romper al propio Gobierno, como ocurre con la discrepancia sobre los alquileres; pero que ya dejan de ocupar la agenda al convocarse elecciones a la Comunidad de Madrid. ¡Lo primero es lo primero…!

Cuando el discurso del poder es el del pragmatismo, la sociedad inevitablemente transfiere su confianza a aquel que va más allá en sus mentiras; como cuando el discurso del poder es el de solventar las discrepancias, en vez de las necesidades de la gente, los problemas se enquistan y el populismo encuentra su credo. Y aquí vamos a encontrarnos con el activista, que no el político. Entonces, toca esperar a que la epidemia empodere la influencia, tal como la concebía Shaw. Qué inteligente fue Pío Cabanillas: “Prefiero influir a tener poder”.

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