Opinión

De madre a hija

En política, ni el amor fraternal es suficiente. La precipitada apelación a que no es posible hacer otra cosa es una máxima que está por encima de cualquier otra consideración y grado de parentesco. ¡Y hay quien considera que tal desobediencia está muy bien! Entonces, también cabe preguntarse sobre el grado de obediencia institucional en los partidos ‘según para qué’. Y si no existe entendimiento madre e hija, ¿qué le podemos pedir entre ciudadanos? Se explica, así, la no excepcionalidad de los resultados de listas electorales que reciban menos apoyos que los que cabría esperar, en función del número de familiares. O sea, que no les votó ni la familia, como se suele decir.


Por lo que se barrunta estos días, en el Ayuntamiento de Benidorm, la falta de confianza política entre madre que aspira e hija que impone, lleva a la madre a irse del partido de toda su vida. ¡Y mira qué disgusto debe suponer esa huida! Y cuando la candidata (la madre) no convence a su hija (alta dirigente), en sus nobles aspiraciones, trasluce sobre la mediterránea atmósfera política un halo de nobleza política objetiva. No tanto de obediencia institucional. Pero si la hija no convence a su madre, aquí más que en un partido estamos ante un repartido o hay gato encerrado. Y no vale la oportunista de turno -por remedar acatamiento al pacto antitransfuguismo- justificación del abandono de las filas del partido. Experiencias pasadas y presentes demuestran que, con obedecer al pacto durante un tiempo, es ya cumplirlo. Papel mojado en cuanto a perspectivas de futuro. La política tiene a veces el dudoso gusto de abonarse a titulares impropios del noble arte para el que fue concebida. Y alberga, ¡se ve en el momento de justificar mociones de censura!, las más exasperantes de las contradicciones y mentiras. Siempre está presente una justificación por el bien ajeno, que en boca de un político aspirante a ganar una moción de censura, ya enoja: siempre por el bien del pueblo, que es lo mismo que decir por el bien de los demás. Y esto da a entender equivocación de los votantes. ¿O es que no nos acordamos de la moción de Carballeda de Avia, donde el candidato se fue del partido, alcanzó la alcaldía, y en la legislatura siguiente ya estaba de alcalde por las siglas que había abandonado, las socialistas? No contribuyamos a generalizar que la política de lo peor es la mejor política; ni que la desobediencia, erosionando el principio de autoridad, transmite credibilidad a la política. Tampoco es así. Darle un sentido de normalidad entendible está dentro de lo exigible a tan noble práctica. Al fin, la política está al servicio de los comunes mortales, que es gente normal.


Rompamos el pacto y continúe la legislación; o legislemos para evitar equívocos y no darles la oportunidad a redentores de pacotilla.


(*) Diputado del PPdeG en el Parlamento de Galicia

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