Opinión

No me moleste mosquito

Seguramente que habrá división entre quienes se acuerdan, y a los que no les suene nada, que allá por los años setenta alcanzó cierto éxito popular la canción ‘No me moleste mosquito’ del grupo The Doors. Hubo su versión española. Resultó, lo que se dice, una canción pegadiza; aunque calidad musical y letra dejaban que desear. Se tatareaba: ‘No me moleste mosquito, deja comer mi burrito. No me moleste mosquito, porque no te vas a casa’. Y vuelta a empezar con el ‘No me moleste mosquito...’.


¿A qué viene el ‘No me moleste mosquito’, después del tiempo transcurrido? No es que haya una nueva versión, o un plagio que haya aparecido por la discografía. De lo que se trata, según informaciones, es que en A Coruña prueban -eso decían, ya que quedó en intención reflexiva- como anti botellón un sistema para disolver multitudes. Sistema consistente en un pequeño dispositivo, como mosquito que emitiendo un sonido zumbido inofensivo y sin efectos negativos para la salud, pero desagradable, hace que se disuelvan los más jóvenes. Y al referirnos a los jóvenes hay explicación científica: con la frecuencia que se emite el sonido sólo es audible hasta una determinada edad debido al fenómeno natural del envejecimiento del oído. Y es que con el tiempo no somos sensibles a ciertas frecuencias.


Lo que se deduce de la explicación anterior hace que, si al fenómeno del botellón acuden personas mayores de los treinta años, el invento es un fracaso. Y, si lo trasladásemos a las manifestaciones, sólo tendría capacidad antidisturbios entre los más jóvenes de la protesta.


Uno tiene recuerdos de la canción, al mismo tiempo que se sacudía con ganas, durante las noches de verano en el pueblo, de los mosquitos. Sucedía cuando intentabas conciliar el sueño, y entre unas veces los mosquitos otrora los cínifes, se acercaban para chuparte mediante picaduras. Maldecíamos a los cínifes, diferenciándolos bien de los mosquitos, por un característico sonido emisor cada vez que los teníamos cer canos a la epidermis de la cara. Uno no conoce ese ruido disuasivo del mosquito anti multitudes; pero, aún hoy, si por la noche nos acecha el indeseable cínife, ponemos todo el furor para desprendernos de él.


Debate inaugurado. La polémica prevaleció en no demonizar y molestar a los ‘botelloneros’: el dispositivo dispersivo se convertiría en un ‘arma de control social’, pese a utilizarse en ciudades europeas. Aquí sólo de manera experimental, en programa de actividades. Resulta más dañino y antisocial, y coartador de libertades, que todo el alcohol a ingerir durante noches de botellón. Somos la repanocha de sociales y respetuosos con el prójimo; toleramos ‘sine die’ la basura generada tras el botellón, desperfectos, contaminación acústica, hepatopatías, más gasto sanitario -que al pagarlo todos nos duele menos- que la puesta en práctica de un dispositivo emisor de un ruido intermitente y de alcance veinte metros. ¡Pobres!, que no les moleste el mosquito.


(*) Diputado del PPdeG en el Parlamento de Galicia

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