Opinión

Robbie se hizo mayor

Robbie Williams.
photo_camera Robbie Williams.

Gestual, explosivo, irreverente, maleducado, tierno en dosis perfectamente medidas, cariñoso, jodidamente borde, genial y, sobre todo, puramente espectacular... Lección de “tablas” sobre los escenarios a los que lleva subiéndose -con no pocos tropiezos- desde inicios de los 90. Robbie Williams, aquel chico blandito de “Angels” al que su pandilla de Take That se le hizo pequeña en el 95, visitó el sábado Galicia por primera vez, y lo hizo a lo grande, con mucho de “todo” lo suyo en la mochila, nulo espíritu peregrino y muchas, muchas ganas de divertir y divertirse.

Da igual que pesen piernas, años y excesos, no importan las “sobradas”, ni siquiera que suene a ya visto o repetido en muchas de las poses o tics

Dejó solos en aquel 95 a Gary, Howard y Jason y se marchó dando un portazo tras el que la boy band -entonces una de las primeras- ya nunca se repondría desapareciendo solo un año después de la espantada del “jefe”, que volvería unos años más tarde aunque sólo de visita. Reconvertido   en  “chico malo” tras ponerse y sobreponerse en y a todo, cumple ahora 25 años de música y así llegaba el sábado a Santiago, en camino de los 50, haciendo alto en O Gozo, enseñando nalgas y exhibiendo buen rollo. Todo un derroche de energía, mucho compadreo con las primeras filas y “mensajitos” al tendido, cuentan los que allí estuvieron que no fueron precisamente pocos.

Da igual que pesen piernas, años y excesos, no importan las “sobradas”, ni siquiera que suene a ya visto o repetido en muchas de las poses o tics, Robbie es puro espectáculo, showman al más puro estilo británico, incombustible y tan espectacular como cada uno de los tempos de un concierto no por repetido menos vibrante, aún lleno de fuerza, sentido y “electricidad”.

“Soy el puto Robbie Williams y este es mi culo”, vociferó el sábado ante los cerca de 30.000 que dicen estuvieron en el Monte de O Gozo

Han pasado los años y se le nota, pero el bueno de Bobbie no ha perdido un ápice de tirón. Sigue levantándose cada mañana -o bien entrada ella, que eso es lo de menos- guiñando un ojo al jodido y delator espejo ante el que repite karma y ejercicios diarios que luego repetir en comunión con los suyos. “Soy el puto Robbie Williams y este es mi culo”, vociferó el sábado ante los cerca de 30.000 que dicen estuvieron en el Monte de O Gozo. 

Bobbie se ve mayor, mucho a ratos, aunque asegura que sigue  siendo “brutalmente sexy” y en cada concierto muestra con más orgullo su culo, el mismo que llevó a la portada  de “Under The Radar Vol I”  en 2014. Estirando su brazo izquierdo tatuado y mostrando su trasero peludo mientras saltaba de noche a una piscina, el británico daba entonces literalmente la espalda a todo y sin promoción ni previo aviso, lejos de su casa discográfica y de Guy Chambers, hasta entonces el eterno productor de   casi toda su trayectoria, capaba los temas del álbum haciéndolos accesibles a través de su web y mostraba culo y principios del que anunciaba renacido tras años de coqueteo con drogas, alcohol, sexo y avistamientos de ovnis, aunque no necesariamente por ese orden. Ahora, años desde su regreso, repasa agenda y biopic y repite cada noche lo que sabe garantiza empatía y buen rollito, juega con el público al que se gana desde el primer minuto, saluda a las primeras filas, habla con ellas, reconoce amigos y emplaza a los incondicionales a seguir y seguirle en redes. “¿Podemos ser amigos, Santiago?”.

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