Opinión

Afiadores: origen de la Terra da Chispa

El sonido era inconfundible. Atravesaba las calles y entraba en las casas. Seguidamente se escuchaba una voz que gritaba: “¡¡¡Afilador!!! Cuchillos, navajas, tijeras…” Y el chifre sonaba de nuevo varias veces. La rueda de afilar se asentaba en el suelo a la espera de los clientes. Alguien susurraba, “va a llover” (decía la leyenda que la llegada del afilador traía una lluvia inminente).

Enseguida los clientes rodeaban su figura para entregarle sus utensilios de corte y recibir una hoja bien afilada. Pero también acudían con paraguas  u ollas para arreglar. Eran años en los que nada se tiraba. El reciclaje ya lleva siglos inventado.

La figura del afilador ambulante que recorría, sobre todo en el siglo XX, pueblos y ciudades de una España pobre llevaba siempre asociada otra identificación: la de su origen. Aunque su clientela no tuviese ni idea dónde quedaba la tierra desde la que llegaba, su “chaira”, sí sabía que se llamaba Ourense. Ninguna campaña publicitaria ha sido nunca tan efectiva para dar a conocer el nombre de esta provincia, como la de los caminos recorridos por un oficio tan humilde.

Los afiladores son también los responsables de que ésta sea la A Terra da Chispa (la tierra de la chispa), nomenclatura que hace referencia a las chispas que saltaban cuando la piedra de afilar cumplía con su trabajo. Y en ellos está también muy presente otra de las características que definen esta provincia: la emigración. Porque la pobreza y la necesidad de llevar dinero a los hogares también los empujó a viajar a destinos muy distantes como México, Cuba, Argentina o Venezuela, entre otros. Así que nada hay que identifique tanto a Ourense como el viejo oficio del afilador ambulante, hoy ya prácticamente desaparecido.

Resulta prácticamente imposible conocer con exactitud cuántos ourensanos se dedicaron a este trabajo. En el simposio Internacional de Antropología “Identidade e territorio”, celebrado en 1990, el historiador ourensano Xosé Antón Fidalgo Santamarina señalaba en su intervención que “ la carencia, en los registros municipales, de una identificación de las personas que han estado dedicadas al ejercicio de una profesión ambulante hace imposible saber, con exactitud, el número de campesinos que durante una época determinada, o bien históricamente, han salido a practicar alguna de las actividades ambulantes que aparecen en el ámbito rural orensano”.

A pesar de ello, y aunque el oficio ambulante tal y como se conocía en siglos pasados ya no exista, la provincia lleva décadas intentando mantener viva la memoria de los afiadores.

Los Suaves le dedicaban en el año 1994 una canción: “Noche, niebla, hora secreta./ Tiempo del afilador./Es que ¿nunca va a ganar?/ Un solitario soñador,/solitario perdedor”. Pero ya habían dejado huella en la música más de treinta décadas antes y a miles de kilómetros. En 1960, el trompetista Miles Davis incluía en la melodía “The Pan Pipper”, del álbum “Sketches of Spain”, el sonido del afilador, que el etnomusicólogo Alan Lomax había grabado en 1952 al afilador y capador José María Rodríguez, en una visita a Nogueira de Ramuín acompañado por Xaquín Lorenzo, Xocas, y Xesús Ferro Couselo. Hace unos años el alumnado de la escuela de Luíntra recuperó esta historia. La figura del afiador y la palabra van unidas también en novelas y numerosos poemas con la firma de Pura Vázquez, Antón Tovar, Ben Cho Sey, estudioso del barallete, la lengua propia de los afiadores,  o Ramón Cabanillas, entre otros. 

ESCULTURAS

A mediados del siglo pasado surgieron las primeras ideas para rendir homenaje permanente a este oficio. Pero no siempre fueron bien acogidas. Como recoge José Luis Domínguez Carballo en su página “Lembranzas de Armariz”, en 1963, el periodista Enrique Gómez Pato, residente en Verín, pero con raíces en Nogueira de Ramuín, lanzó la idea de erigir un monumento a la figura del afilador. “La propuesta tuvo acogida en el ayuntamiento ourensano, donde la comisión de fiestas desarrolló la idea de levantar un gran monumento que estaría emplazado delante de la estación de ferrocarril”. Pero según señala Domínguez Carballo, “el proyecto del monumento desató una viva controversia entre quienes consideraban fuera de lugar levantar un monumento a una profesión tan modesta como la del afilador, tenido por inculto e indigno de tal honor, calificándolo incluso como una afrenta, y los que lo ensalzaban como ejemplo de laboriosidad y honradez, luchador por la supervivencia y digno representante de los valores éticos del pueblo gallego en general y del ourensano en particular”. La idea no prosperó. Y tuvo que esperar hasta el año 1971 y con emplazamiento en Luíntra.

Y allí mismo, en el epicentro geográfico de este oficio, luce ahora uno de los primeros monumentos que le rinden homenaje. Fue inaugurado el 19 de diciembre de 1971 y es obra de Manuel Buciños, quien ganó el concurso de ideas convocado, con un presupuesto de realización de 400.000 pesetas (casi 2.500 euros) y un premio de 15.000 (90 euros) para la maqueta elegida. Al lado del monumento, y desde el año 2019, la Rúa dos Afiadores, antes Rúa Cagalla. En este municipio son numerosos los establecimientos que llevan el nombre del Afiador.

Monumentos en Esgos

En el año 2004, Esgos inauguraba su propio monumento en la plaza Miguel Chisco. Su autor es el verinense Amadeo Rolán y está realizado en bronce. Mide 1,87 metros.

En Ourense, en el año 1957, Renfe encargó para adornar los jardines de la Estación de San Francisco una escultura sobre algo que fuese muy representativo de Ourense. El escultor Antón Faílde no dudó en plasmar al afilador y al paragüero, ambas piezas realizadas con granito. Este conjunto ha sido víctima de numerosos actos vandálicos en los últimos años.

Y en 1998, la rotonda de As Lagoas, coincidente con la salida de la ciudad a Nogueira de Ramunín, se colocó una estatua de piedra de 2,60 metros, obra del ourensano Xosé Cid. Esta es la segunda obra del escultor dedicada a los afiladores. En el año 1972 inauguró en la calle Orense de Santiago de Compostela el primero de ellos.

El monasterio de San Pedro de Rocas acoge el Centro de Interpretación de la Ribeira Sacra. En su segunda planta ofrece al visitante una mirada sobre los oficios que marcaron esta zona. No podía faltar el de afiador. El visitante, a través de paneles y de una pantalla interactiva, puede acceder a las explicaciones sobre lo que este trabajo ambulante fue y lo que significó para la comarca. Además, puede ver cómo era una rueda de afilar y varios de los instrumentos necesarios para desempeñar la tarea. También cuenta con un simulador de la rueda de afilar que reproduce el sonido del chifre y el mecanismo de funcionamiento de la misma.

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