Un brindis

Publicado: 08 dic 2024 - 00:00

La Fundación Eduardo Blanco Amor convocó a los adolescentes en el cementerio de San Francisco. Ante su tumba hacen una ofrenda anual al escritor y este 1 de diciembre se cumplían 45 años de su muerte. Era esperanzador observar en los jóvenes un gran interés por nuestro “escritor insignia”, como le definió el poeta Tosar. Allí estuvimos algunos tertulianos.

Cierto, estos días prenavideños son idóneos para releer a Blanco Amor y ayer, en la tertulia, le recordamos. En seguida interviene el profesor: “Qué libro. Se mueve por el lado oscuro de aquel Ourense herido de la posguerra. Hay que joderse. Ninguna ciudad tiene como título de cabecera una obra tan descarnada y brutal. Cuando se lo dio a leer a Ben-Cho -Shey lo definió así: “É un libro bastante porco, pero cheo de talento”.

Interviene el músico con ironía: “Cierto que en A esmorga está el alma desolada de este trozo de mundo”. Se detiene, me mira: “El otro día escribías que Ourense, hasta avanzado el siglo pasado, tuvo el barrio chino más grande de España, sólo superado por Bilbao”.

Se ríe el psiquiatra, se empuja un buen trago de gin-tonic y dice entre risas: “Lees el libro y parece que Ourense es una ciudad con la libido muy alta. Había muchos tugurios en la posguerra, siempre hasta la bandera. Vamos, como si a esta ciudad la cubriese un halo de ninfomanía. Entra el músico: “No exageres, hombre, en esos tiempos todas las capitales de provincia tenían ese lado oculto. Todo era muy clandestino, había miseria y muchas mujeres no tenían otra opción que venderse. De aquellas, había casas que se decían “de tapadillo”, lugares discretos a los que accedían sobre todo la gente adinerada.

Interviene el abogado: “Pero nos estamos yendo del tema de hoy, que es Blanco Amor”. Cuando llegó de Argentina, donde era reconocido, aquí apenas nadie le conocía. Lo pasó muy mal, os juro que es cierto. Tendría yo diez años y le vi caminar por la calle del Paseo elegante, erguido y con un libro bajo el brazo. Pues desde la otra acera lo insultaban a gritos: maricón y hasta pederasta”. Entonces, los homosexuales, muy perseguidos, se reunían detrás de la Alameda, en aquella época muy poco iluminada. Allí tenían encuentros fugaces y clandestinos. Era el tiempo en que sólo Toñito Patata, conocido homosexual que bailaba y cantaba en las calles, era aceptado.

Insiste el profesor: “No es una leyenda, fue maltratado en la ciudad. Y eso que de aquellas escribía en La Región, que lo cobijó y anunciaba su firma en la primera página. Recuerdo también sus artículos en el periódico El País y algunas revistas culturales”.

Tanto sufrió don Eduardo, que se marchó a Vigo. Allí lo acogieron mejor que en su ciudad natal. Verídico, nadie es profeta en su tierra.

Pero hablemos de A esmorga: tres hombres primarios y desquiciados recorren lugares sórdidos, “de calamidad en calamidad”, directos al abismo.

Entonces, los homosexuales, muy perseguidos, se reunían detrás de la Alameda, en aquella época muy poco iluminada

Recuerda el músico: “Las dos películas que se hicieron, La parranda de Gonzalo Suárez y A esmorga de Ignacio Vilar, están bien, pero sin más. Complicado llevar al cine un libro tan brutal y arrollador”. Una historia de la que la crítica dijo que es un delirio de violencia, alcohol y sexo.

Cuando su cadáver llegó a Ourense desde Vigo, nadie sabía muy bien qué hacer hasta que un amigo telefoneó a Francisco Umbral, Alberti y otros. De inmediato, enviaron artículos sobre él. Por fin, el Ayuntamiento le dio un lugar de honor para despedirle.

(Ana estuvo en silencio y con los ojos muy abiertos todo el tiempo. Antes de despedirse, nos confiesa que no es galegofalante y que va a estudiar el idioma sólo para poder leer A esmorga. Nos levantamos y Ana toma de nuevo la palabra: “¡Eh, eh, nos os vayáis! Brindemos todos por la memoria de este escritor comienza a fascinarme”.)

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