Opinión

El hombre acabado

El hombre “algo” lo que se le ocurra al autor en cada caso, es un título clásico de muchas novelas, películas, series e historias maravillosas. El hombre invisible, el hombre demediado, el hombre de acero, el hombre sin atributos, el hombre de la máscara de hierro, el hombre desnudo, el hombre sin nombre, el hombre de arena... En fin que la lista resultaría interminable. Sin ir más lejos yo mismo tengo un libro publicado que se titula “el hombre sin ayer”.

Nos faltaba el hombre acabado hasta que apareció Putin en el mapa.

Cuando alguien se pone a gritar desaforadamente contra todo lo que lo rodea, eso significa que es un hombre acabado. Es triste pero es así. 

Ahí está ya digo, Putin, para el que según nos ha dicho él mismo, prácticamente todos los hombres y mujeres del mundo excepto él somos nazis. Los americanos son nazis, los franceses también, los alemanes aun más, los ucranianos por supuesto, los canadienses, los australianos, los noruegos... y a esa lista este nuevo Gran Hermano ruso suma además españoles, ingleses, italianos, finlandeses, suecos, africanos y cualquiera que no haya nacido en Bielorrusia o en San Petersburgo, de soltera Leningrado. 

Creo que entre tantos nazis a Putin se le olvidó citar al austríaco Adolf Hitler, pero tampoco quiero reprocharle yo al mandatario ruso ese desliz a fin de cuentas menor. Entre tanta información y con la enorme cantidad de trabajo que tiene todos los días es fácil confundirse u omitir un dato irrelevante.

Doy por hecho que todo el mundo habrá visto el curioso discurso incendiario de ese periodista de la televisión rusa en el que anima a Putin (que es gran amigo suyo por cierto) a bombardear Londres, París, Madrid, Berlín y Washington. Pero lo fantástico de la intervención de ese hombre, si no la han visto les recomiendo que la vean, es que es tal cual una escena de una mala película de serie B de la Guerra Fría. Una de esas películas en las que los rusos aparecen siempre como idiotas desquiciados y sin mucho raciocinio. Lo mismo hizo el cine del siglo XX con los jerarcas nazis, a los que siempre retrató en la pantalla como incompetentes e idiotas, por mucho bombo que se dieran con aquellos elegantes uniformes y galones de la Gestapo. ¡Vaya por Dios!

Otros hombres acabados serían Trump, Bolsonaro, Daniel Ortega y unos cuantos más, pero no les dedicaré tiempo ni líneas a ellos porque me canso.

A Pablo Iglesias, a menor escala y en nuestra diminuta provincia de provincias con escasa proyección internacional, le pasa algo de lo mismo. De un tiempo a esta parte todos le parecen enemigos: sus socios, la oposición, los jueces, los periodistas, los medios de comunicación, y hasta el portero de mi edificio que el pobre ni siquiera sabe quién es Pablo Iglesias (se lo he preguntado).

 Yo creo que todos estos personajes deberían hacérselo ver... Por algún psicólogo especializado

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