Opinión

El emérito explicado

Como sé que entre amigos y conocidos tengo fama, equivocadamente creo yo, de monárquico, voy a recordar y todos ustedes también lo recordarán el gran momento histórico de nuestro ex-rey Juan Carlos. Todos hacemos algunas cosas bien y otras mal en nuestra vida. Todos tenemos pecados y algunos son inconfesables, y el ex-rey tiene muchos. Pero veamos.

El gran momento de nuestro ex-rey no fue en el 75 cuando asumió la jefatura del estado franquista y los principios del Movimiento que después él mismo se saltaría alegremente en colaboración con Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y otros tipos raros de la época.

 Tampoco el 23F, cuando salió por la tele mandando a los militares de vuelta a sus cuarteles, o sea como Fidel en aquella canción de Carlos Puebla: “Se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a parar”. Aunque todavía queden recalcitrantes (conozco algunos) que siguen insistiendo en que el golpe estaba apoyado por él desde el principio. Algo absurdo porque aun en el caso de que hubiera sido así ¿qué importa?, él fue lo suficientemente astuto como para echarse atrás a tiempo y ponerse en el lado bueno. Así fueron los hechos.

Ni aquel otro en que lo pillamos matando a tiros a un oso borracho en Rusia.

 Y no fue tampoco aquel momento entrañable en el que saliendo cojeando del hospital tras el asesinato del elefante de Botsuana y su fractura de cadera, me refiero a la fractura de su cadera no a la cadera del elefante, apoyado en unas muletas con intermitentes luminosos nos dijo compungidamente: “Lo siento, me he equivocado, no lo volveré a hacer”. 

Eso sí, los españoles seguimos sin saber si se equivocó con el calibre de la escopeta, si se equivocó con Corinna, si se equivocó al tropezar, o si se equivocó con el elefante que a lo peor era Dumbo. No pensemos mal.

En fin, minucias.

El gran momento de nuestro rey emérito, y me gustaría reivindicarlo aquí porque muchos ya lo han olvidado fue aquel en el que le dijo al ya desaparecido Hugo Chávez: “¿Por qué no te callas?” Le faltó añadir “¡imbécil!”. Pero no lo hizo porque el protocolo es el protocolo, y su majestad llevaba eso a rajatabla.

No sé si recordarán ustedes otra anécdota curiosa. A ver. 

Siendo joven Juan Carlos en la Zarzuela un día quiso darles una sorpresa en plan susto a sus hijas Elena y Cristina, que entonces eran niñas y estaban nadando en la piscina con sus flotadores de patito. Así que echó a correr desde un salón para salir al exterior cruzar el jardín y lanzarse “en bomba” sobre el agua. Lo malo fue que lo que él creía que era un ventanal abierto era uno cerrado limpísimo, transparente. Y se estrelló contra el cristal. Oootra vez al hospital. Es una manía que tiene este hombre.

Así es el emérito. No es raro que algunos lo quieran... a pesar de todo.

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