Opinión

No hay como ser rico

Tras un largo paréntesis vacacional en su mansión de Palm Beach (Florida) poniéndose más colorado que nunca al sol del próximo y relajante Caribe, Donald Trump ha vuelto al trabajo. Por fin. Empezábamos a echarlo de menos. Las vacaciones son las vacaciones y todo el mundo tiene derecho a un descanso pero después hay que arremangarse y volver al curro, sí señor, aunque hay que señalar que Trump lleva de vacaciones toda la vida.

Y el expresidente lo ha hecho dando un mitin en Pensilvania. Seguramente eligió Pensilvania porque le quedaba cerca de casa. De su casa de Nueva York quiero decir, no de su casa de Florida. Claro que Trump tiene casas por todas partes y en el fondo cree que todo Estados Unidos es su casa, desde Nuevo México hasta Alaska. 

No hay como ser rico. 

Supongo que Pensilvania le debió de parecer un buen sitio porque allí se firmó la declaración de independencia de los Estados Unidos y se hizo un famoso e histórico discurso que decía aquello tan bonito: “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la faz de la Tierra”. 

El caso es que este hombre gruñón, engreído, casi gracioso (a mí a veces me parece un personaje de dibus de Looney Tunes como Bugs Bunny, el Pato Lucas o Speedy Gonzales), pagado de sí mismo y un poco tonto, como estaba enfadado porque le habían registrado su casa de Palm Beach en la que se encontraron documentos comprometedores que no tenía que tener allí, aprovechó dicho mitin jaleado por sus fieles disfrazados de bisonte americano para despotricar contra el gobierno de Biden, contra el FBI, la policía, la CIA, el comunismo, la izquierda radical que como todos sabemos en Estados Unidos no existe, contra el Senado, el Congreso, el sistema electoral americano y su sistema de recuento de votos, el Tribunal Supremo, las cadenas de noticias, la radio, televisión, Twitter, etc. ¡Uau!, solo le faltó poner a parir a Walt Disney, Elvis Presley, MacDonalds, los perritos calientes de los puestos callejeros y el pavo de Acción de Gracias. Hagamos a América grande otra vez.

Como por fin ya había dimitido Boris en la lejana Inglaterra, una nación que en su momento le regaló el territorio de Pensilvania a unos pocos incipientes americanos, este gran humorista mundial Donald Trump ya no tiene competencia. Nadie puede hacerle sombra. El mundo es suyo y piensa comérselo con el permiso de Putin. 

 No hay como ser rico.

 “Si yo fuera rico / dubi dubi dubi dubi, dubi dubi dubi dú, / viviría toda la vida sin tener que trabajar / me compraría un caballo para no tener que andar / a los míos les regalaría todo lo que pudieran desear / y sería la envidia de toda la ciudad.”

¿Recuerdan la película de esta preciosa canción? Era “El violinista en el tejado”. Un cuento, casi no sé si decir... infantil.

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