Opinión

Ver para creer

El verano del año pasado una diseñadora holandesa de 25 años, Zilla Van Den Born, se hizo acompañar al aeropuerto de Amsterdam por sus padres que la despidieron convencidos de que Zilla iba a hacer un viaje a Asia. Pero en cuanto sus padres se perdieron de vista Zilla volvió a su apartamento de Amsterdam, se encerró allí sola y durante cuarenta días envió a su familia y amigos e-mails, sms, wasaps, fotos manipuladas con photoshop o habló por skype con ellos con un video detrás simulando que estaba en distintos lugares turísticos de Extremo Oriente.

Zilla lo hizo teniendo en cuenta las diferencias de horarios y otros factores, de forma que todo resultara creíble. Y resultó. Todos se lo creyeron. Después declaró que lo había hecho solo para revelar lo fácil que resulta crear y mantener un engaño en las redes sociales.

La historia me recordó a aquel periodista de los años 70, Günter Wallraf, que adoptaba identidades falsas para documentarse y escribir sus muy críticos reportajes sobre distintos temas. Su éxito más sonado fue "Cabeza de turco", una acción en la que se hizo pasar durante dos años por un inmigrante turco en busca de trabajo en Alemania, para con su propia experiencia destapar la explotación y el maltrato de las empresas alemanas a los inmigrantes (especialmente a los inmigrantes turcos). Wallraf tuvo además una larga y enconada lucha con el diario sensacionalista Bild, en el que trabajó durante un tiempo para revelar después los sucios métodos de investigación y trabajo del periódico. Métodos muy poco periodísticos, por cierto.

En los 70 y 80 hubo varios de estos tipos ingeniosos y creativos que hacían cosas así. Otro, cuyo nombre no recuerdo y no voy a buscarlo ahora que me da pereza, fue un americano que se dedicaba a filtrar noticias fabricadas por él a las cadenas de televisión y periódicos, que las publicaban sin más. Después lo contaba públicamente para poner en evidencia que los sistemas de contrastación de las fuentes en esos grandes medios eran casi inexistentes.

Este tipo era muy divertido y tuvo un momento de gloria en los 90, cuando consiguió que varias cadenas de televisión americanas y hasta el New York Times dedicaran amplios reportajes y publicaran noticias sobre una "casa de putas para perros" inaugurada en Manhattan. Por supuesto era un puro montaje. Pero el autor lo había construido muy bien, la casa existía e incluso tenía clientes (actores en realidad), aparentemente ricos neoyorquinos propietarios de perros a los que entrevistaban los medios y declaraban muy serios a cámara con su pequeño y gracioso Toby en los brazos:

– Claro, es un servicio estupendo. Porque mi Toby tiene sus necesidades como cualquier perro y esto viene a cubrir un hueco. Si no, cuando lo sacas a la calle es que enloquece, el pobre. Aquí hay controles veterinarios, es muy limpio, te da seguridad. Y además... tienen unas perritas preciosas.

Ver para creer. Conclusión: no se crean nada.

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