Opinión

Una excepción opaca y cercana

Andorra intervino por última vez en el Festival de Eurovisión en 2009. Un año después, Daniel Diges, en representación de España, cantaría “Algo pequeñito”; expresión que bien podría servir para describir la dimensión territorial e internacional de aquel peculiar y pintoresco país. No así su tamaño comercial, turístico y financiero. La economía de subsistencia, con agricultura y ganadería de tipo tradicional de montaña, que durante siglos ha caracterizado al principado, ha quedado en el olvido al lado de una frenética actividad comercial (17,4% del PIB, según el Departament d´Estadística del Govern) que ha servido de reclamo para sus dos principales industrias en la actualidad: el turismo y las finanzas.

Andorra registra, tras Ciudad del Vaticano, la mayor desproporción del mundo entre habitantes (70.570 en 2014) y visitantes registrados (7.900.440 en 2012, fundamentalmente españoles y franceses). Turistas y excursionistas, por lo general de un día, que se desplazan al principado para -según manifiestan- comprar (51%) o esquiar (10%). O -y esto se manifiesta de manera más discreta- disfrutar del core business andorrado: los servicios de asesoramiento financiero. En esta otra industria nacional encontramos total discreción y desproporción máxima: el sistema financiero andorrano, integrado por sólo cinco bancos, explica el 17,8% de lo que el país produce en un año, y gestiona fondos por un importe (41.268 millones de euros en 2013) que multiplica por 18 el PIB.

El menor atisbo de iliquidez e insolvencia requirió de rescates financieros recientes en sistemas con múltiplos entre tres (caso de Irlanda y Chipre) y seis veces inferiores (España). Por lo que resulta sencillo imaginar lo que la actual crisis bancaria andorrana, que tiene su origen en el lavado de dinero ilícito, podría llegar a suponer en un país que suma a la anterior otras singularidades financieras. Pensemos que se encuentra en plena transición del off-shore al on-shore; que no emite moneda propia ni cuenta con un banco central de respaldo; que su Fondo de Garantía de Depósitos apenas acumula 100 millones de euros, y que carece de un sistema fiscal moderno y, en consecuencia, de capacidad pública en lo relativo a la recaudación y el endeudamiento. Pensemos, en definitiva, que Andorra constituye para todos una excepción demasiado pequeña de finanzas demasiado grandes. Y que, para unos pocos, era además una excepción opaca y cercana.

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