Opinión

La tierra de las nubes

La región andina del Táchira, en Venezuela, es una de las más altas, remotas y peor comunicadas del país. Lo que no fue impedimento para disfrutarla, a comienzos de 2008, en uno de esos viajes que hacen que uno conozca y se conozca al mismo tiempo.

Si algo quedó entonces claro, fue que la explotación de los recursos naturales y la capacidad de organización y mando forman parte del ADN histórico de lo gochos, como son conocidos los tachirenses. No en vano fue allí donde, en 1878, se explotó el primer pozo de petróleo venezolano; La Petrolia. Y era allí donde se producía buena parte del cacao y el café que, procedente de Rubio, Santana o Táriba, se exportaba a Europa durante la segunda mitad del siglo XIX. También originarios de aquel territorio fueron hasta siete presidentes de la República: algún que otro dictador y el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, quizá el más popular de todos a este lado del Atlántico. En aquel tiempo, la región prosperaba mientras el resto del país se batía en una Guerra Federal (1859-1863) que enfrentó a conservadores y liberales, y de la que se mantuvo al margen.

El Táchira es hoy uno de los principales bastiones del antichavismo: la oposición liderada por Henrique Capriles sumó allí el 62,8% de los votos válidos emitidos durante la convocatoria que consagró en las urnas -por la mínima y bajo la sospecha de fraude- la herencia política que Nicolás Maduro recibía hace ahora un año. En San Cristóbal, su capital, el primero superó al segundo en 46 puntos porcentuales.

El pasado 5 de febrero, el intento de violación de una joven estudiante de la Universidad de los Andes, en el Jardín Botánico de la ciudad, despertó la furia de sus compañeros en contra de la inseguridad personal y la violencia que asola Venezuela, con cerca de 25.000 homicidios en 2013. La desmesurada reacción oficial, militarizando de facto el Estado, movilizó al resto de la juventud (el 60,8% de la población tiene menos de 35 años). Y desde entonces a taxistas, ingenieros, maestros, amas de casa, agentes de seguros o gerentes de hotel, entre otros, que sufren, desde 2008, un desabastecimiento creciente (ahora del 28%) en el país de la abundancia, y una inflación que multiplica por 18 el crecimiento del precio del petróleo y por 34 el del PIB. Muestran el cansancio acumulado durante años. Y también la convicción de ser la generación elegida para sacar, por fin, del abismo a la tierra de las nubes.

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