Opinión

Escapadas

Cómo va el ladrón a devolver lo que no robó? ¿En virtud de qué norma absurda puede cualquiera ser condenado por algo que no hizo? ¿Por qué alguien ha de purgar el pecado que nunca llegó a cometer? Y por eso, si él se pagó de su bolsillo todos los billetes de vuelo a las islas afortunadas para encontrarse con su amor, ¿a qué viene ahora echarle en cara ese dispendio? Y aun así, pese a que no trincó ni un solo chavo del erario público para pagarse las escapadas de placer, el altruismo que se gasta no le cabe en el pecho, y ya ha declarado públicamente que va a reintegrar el importe de esos viajes a Canarias. ¡Presidente, presidente!, gritan sus compañeros cuando proclama a los cuatro vientos su intención. ¡Injurias, calumnias, nos quieren hundir, pero no lo conseguirán!, dicen otros, igual de alborotados. No hay nadie que iguale su honradez; ¡a ver quién está dispuesto a hacer este ejercicio de generosidad! ¡Devolver lo que no se trincó! Ahí está también el aragonés que le cargaba al congreso el coste de los vuelos para ver a su churri, tan lejos, tanto como así la echaba de menos. Debe ser muy difícil mantener encendida la llama del amor con miles de kilómetros de separación entre ambos amantes; y tiene su mérito haberlo preservado, porque algunos sostienen que “ojos que no ven, corazón que no sienten”. Y para que no se apagase ese fuego, allí se iba el congresista a verla, siendo todos nosotros, aun sin saberlo, cómplices de este maravilloso amor, pues con alegría corríamos con los gastos de nuestro galante Romeo ¿No vale esto nuestro esfuerzo? ¡Que sean ellos felices en estos tiempos, en los que casi nadie puede ser feliz! Sí, ya sé que al final era tanta la presión a la que estaba siendo sometido, que tuvo que dimitir; pero lo importante, querido lector, es que su amor perdura, pese a los ataques furibundos de los que fueron víctimas estos días. Por eso no le exigimos que devuelva lo que gastó. Bien empleado está, ¿a que sí? Pero volvamos al senador. Cuando se descubrió que había realizado treinta y dos viajes a Canarias pagados por todos nosotros en apenas un año y medio, se esperaba con avidez alguna explicación. La primera fue, más o menos, así: Oigan, malpensados, sepan que yo, como senador propuesto por las cortes extremeñas, tengo asignado el territorio de Andalucía, Extremadura y Canarias como áreas de trabajo. Así que es normal que viaje, a cuenta del presupuesto del Senado, a esas regiones; y lo de que esas 32 escapadas hayan sido siempre a las islas canarias es, créan- me, pura casualidad. Pero claro, esto no se lo creía ni el tato, porque si ya pegan pocos palos al agua en Madrid los senadores, eso de andar por toda la geografía española en arduas jornadas de trabajo arreglando entuertos territoriales resultaba totalmente inverosímil. Era necesario, pues, cambiar de estrategia: Mis viajes privados son eso, privados, y me los pago de mi bolsillo – se nos dijo–, y jamás en mi p... vida he cargado al Senado esos billetes de avión a Cana- rias. Pero se nos contaba el cuento con la boca muy pequeña, y sin la coletilla típica de que se querellaría contra el medio que había publicado semejante infundio. Y como ya nadie lo creía, como ya nadie se tragaba que esas escapadas tuviesen nada que ver con su puesto de se- nador, pues miren, para qué discutir si este o aquel viaje era de negocios o de placer; yo devuelvo lo que he trincado, perdón, lo que he usado para fines dudosos, y no hay nada más de que hablar.

– Pero, señor Monago, eso es tanto como reconocer que malversó caudales públicos. ¿No va a dimitir? Tras esa pregunta el interpelado piensa que lo de usar la pantalla de plasma en ruedas de prensa puede ser una buena idea. Para evitar a los tocapelotas.

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