Opinión

Ortún y Martínez, al limón

Proliferan de un tiempo a esta parte, en nuestra ciudad, las exposiciones de un escultor y un pintor juntos, como esta del Museo Municipal de Ortún, pintor y Martínez, escultor. No es sin embargo como las de los escultores Acisclo y Acisclo ‘Novo’, su hijo, son dos exposiciones en salas separadas. No, es desde la idea de compartir sala, mas tampoco como aquella del grabador Carlos González Villar y el poeta-pintor Baldo Ramos quiénes desde un libro juntos, subdividían la sala, reciente apuesta del C-Cultural. Menos aún la del escultor Contreras y el fotógrafo Barreiros, quiénes trabajaban sus obras a la vez, desde sus respectivos campos plásticos, en la Galería Visol (y más aún en la sala de la fundación Risco en Allariz), complementándose en una notable comunión artística. Algo similar, por otro lado a la de González y Ramos desde cada grabado y poema, respectivamente, aunque no deja de ser un libro de artista. El riesgo, que asumen los artistas, al juntarse, el reto, por mejor decir, es en el caso de pintores, caso de Figueiras y Karballo (o Souto, Alexandro y Lamazares, hace poco). El resultado es que el público no los recuerde diferenciados: es lo que tienen los combinados... ¿recuerdan ustedes las características de tónica y ginebra, ron y cola, piña y vodka? Tres son un cóctel, y en arte, una colectiva. Cognac, o whisky, mundos singulares...

Un tándem plástico

La exposición doble del Municipal es mas bien como la de Baldomero Moreiras, y De las Cuevas. O como la que los propios Eduardo José Ortún y Armando Martínez hicieron en el ‘Cercano’ y también en el desaparecido Ateneo, que acaba de entrar nuevamente en la uvi, tras cerrar sus puertas el Club de Tenis que lo albergaba. Mas ahora con catálogo, aspecto significativo. Ambos se conocen desde hace más de un cuarto de siglo, mas es desde hace unos años que aúnan sus quehaceres para mostrarlos de forma conjunta al público. Son ya siete exposiciones para el disfrute estético, desde el paisajista Ortún, quien desde la Rioja, y tras su jubilación de la ingeniería naval, residiendo en Vigo, pinta paisajes imaginarios, marinas e interiores desde un pseudo puntillismo naif, tras su época de juventud con acuarelas, y los bodegones posteriores. Son trozos encantados, de postal, bizarras vistas sin gentes, contemplación personal. En Vigo converge con el artista de Covelo, Armando Martínez, quien tras vivir en Barcelona, y en la zona italiana de Reggio Emilia, se ha asentado en la ciudad olívica. Su actividad viene siendo la escultura pública, numerosa en Portugal, tras despertar al arte en Coimbra en los años setenta. Desde la conocida piedra de allí, el artista desarrolla una acción que le permite mirar siempre más allá de la superficie, esculpiendo sus piezas hacia el interior en busca de profundidades formales. La concepción volumétrica es rica, como se aprecia en el elenco que muestra, desde 2004, resaltando las calidades del material pétreo elegido, mármol de macael, basalto, pizarra o granito. Un disfrute esteticista de formas.

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