Opinión

El boli en tiempos del código QR

La cola de vacunación en el recinto Expocoruña serpentea casi sin tiempo a leer los mensajes que acaban de llegar al móvil de un médico que ejerce en Vigo hasta que de repente deja de colear. “A ver si copiamos da Israel y aprovechamos la ómicrom. La gestión con restricciones es un desastre. Ayer hubo problemas de orden público en el Náutico y en el hospital provincial. Va a ser un despiporre. Lo peor que le puede pasar a un gobierno es que no se le respete... Y la Xunta no tiene armas coercitivas para hacer cumplir las órdenes. Un genio tu conselleiro, te lo sigo diciendo. La gente está encabronada con el personal sanitario. Estamos como un ejército en desbandada”. Horas después, el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia aprobaría el “toque de no queda”, como la Xunta denominó  a la prohibición de reuniones de no convivientes entre las tres y las seis de la madrugada, hasta el 18 de enero, pero la advertencia del galeno sobre el humor de la peña está a punto de representarse a un par de metros.

La cola lleva más de diez minutos detenida, los sanitarios permanecen de brazos cruzados y la seguridad va abriendo puertas del recinto para que corra el aire en una mañana inusualmente calurosa en el penúltimo día del año en A Coruña. Es mala suerte que el sistema informático se caiga cuando sólo tienes a tres personas delante para recibir la tercera dosis de la vacuna, pero hay quien no está dispuesto a esperar por el dulce fruto de la paciencia.

La calva de un tipo con aspecto de oficinista empieza a coger color de colapso a medida que avanza el reloj sin que se mueva la fila. Una mujer se marcha con aspavientos mientras otra pide un justificante para entregar en el curro. Se lo facilitan al momento. El hombre suelta dos bramidos ininteligibles. La chica de seguridad consigue calmarlo y él responde con una sentada como en los tiempos del instituto. Lleva hora y media desde que entró en la nave, poco tiempo si se compara con la espera en un aeropuerto, pero la prisa es subjetiva. Las posaderas del enojado tocan suelo y aparece un sanitario repartiendo bolígrafos entre sus compañeros para que tomen los datos de vacunación a mano. Cinco minutos después de la pataleta ya está vacunado. El boli sigue sin fallar en tiempos del código QR. 

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