Opinión

En Galicia, licor 42

Antes del 12 de julio costaba encontrar a alguien que reconociese que iba a votar a Alberto Núñez Feijóo tras pasar once años ejecutando desde la Xunta una política plana y conservadora, a no ser que fuese en las listas o defendiese cargo y salario. El personal consideraba que Feijóo repetiría por mayoría absoluta, pero le cargaban la culpa al abuelo que siempre ha votado al PP y no va a cambiar ahora para las tardes que le quedan de partida en la taberna. 

Hubo protestas en campaña de sanitarios, profesores, trabajadores del servicio de extinción de incendios, obreros del metal... Este colectivo merece una reflexión aparte porque según un obrero de Alu Ibérica en A Coruña, antigua Alcoa, el 70% de sus compañeros son de derechas, quizá porque ya se sienten propietarios como nos hizo creer el astuto Manuel Fraga aunque las posesiones no superasen un ferrado de tierra que valía poco más que nada.  

Cuando se abrieron las urnas el voto al PP continuaba siendo tan absoluto como el sopapo al candidato socialista Gonzalo Caballero, que un par de horas antes insistía en esperar a que terminase el recuento en las ciudades para no caer en la melancolía. Quizá uno de los más sorprendidos del resultado de 41 escaños primero y 42 con el voto exterior fue el propio Feijóo. Durante la campaña se vio obligado a pedir disculpas por no haber sabido explicar el bono turístico de 250 euros destinado a 20.000 sanitarios que se jugaron el tipo en los momentos más duros de la pandemia. Unos interpretaron el movimiento como una medida a la desesperada, otros como populismo electoral. El Consello Galego de Colexios Médicos solicitó "dignidad y no frivolidad" para los profesionales, argumentando que "nuestra deontología y nuestro juramento hipocrático nos impiden aceptar propinas como esta". Exigían "estabilidad en el trabajo, no contratos temporales" y recursos. Ayer se abrió el plazo para apuntarse al bono turístico y la Xunta recibió en la primera jornada 2.200 solicitudes. 

Los sindicatos de enseñanza rodearon San Caetano para reclamar con una cacerolada un protocolo de covid-19 con menos alumnos por aula y es plausible, pero los efectos del licor 42 de Feijóo que pidieron la mayoría de gallegos durarán cuatro años. 

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