LOS FINALES MACABROS DE LOS PRESIDENTES

Adolfo Suárez fue el primer presidente de la democracia en pagar sus propios errores. Las divisiones internas en el seno de UCD, la falta de apoyo de la Casa Real, los ruidos de sables en los cuarteles, una situación económica desfavorable, le fueron distanciando de su partido y del propio monarca, presentando la dimisión. Calvo Sotelo fue un paréntesis previo al descalabro de UCD. Inició su mandato con un golpe y lo finalizó desmantelando otro, propiciando la entrada de España en la OTAN para aplacar los ánimos involucionistas de los militares.
Felipe González arrasaría en las siguientes elecciones. Se consolidaba la transición y la propia Monarquía con la alternancia en el poder de un partido socialista. El desgaste de catorce años unido a la aparición de flagrantes casos de corrupción y la guerra sucia de los GAL, acabaron por cavar su tumba.

Llegaría José María Aznar en 1996. Del catalán en la intimidad se pasó a reproches hacia los nacionalistas. Una foto en las Azores y una ocultación descarada de la información en el atentado execrable del 11-M allanaron el camino hacia la Moncloa a Rodríguez Zapatero. De poco sirvió al PP el aval de buenos datos económicos y sanear las arcas públicas en épocas de bonanza. El actual presidente, preso de sus innumerables errores y una nefasta gestión de la crisis económica, finaliza con cinco millones de parados. De nuevo, los errores propios que parecen ser una constante desde 1978, hunden a un Gobierno.

Mariano Rajoy, según todas las previsiones, apunta a ser el nuevo presidente, el mérito está en haber sabido esperar pacientemente, capeando tensiones internas, hasta ver pasar el cadáver de su rival.

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