A Urdangarín se le cae la torre de naipes

Iñaki Urdangarín se ha metido en un buen lío con repercusiones insospechadas.
Podría decirse que Iñaki Urdangarín Liebaert se encontraba en el cénit de la felicidad en el año 2000. Jugaba en el mejor equipo de balonmano del mundo, el Barcelona. Había ganado seis copas de Europa y dos bronces olímpicos, disfrutando de un contrato en torno a 600.000 euros. En la vida personal se había casado tres años antes con la infanta Cristina de Borbón y tenía dos hijos.
Urdangarín disfrutaba de la privilegiada vida de un deportista, estabilidad sentimental y el mayor prestigio y reconocimiento social posible, entrando en la Casa Real y en la historia de España. Su deporte gozaba, además, de un gran momento de popularidad, congregando a un enorme número de medios en cada partido de su equipo.

Con este panorama, muchos pensarían que no era posible, o moralmente posible, pedirle más a la vida, pero el ser humano se mueve en la permanente insatisfacción. Si tiene uno quiere dos, después tres, y así hasta el infinito.

Tras su retirada en el año 2000, Iñaki presidió el Instituto 'Nóos', dedicado a 'estudios estratégicos de Patrocinio y Mecenazgo'. Ahora se le acusa de una monumental trama de malversación de fondos públicos que se apropió de casi seis millones de euros, cifra cuando menos sorprendente para una entidad 'sin ánimo de lucro'.

Un escándalo que deja su imagen, la de su matrimonio y la de la Casa Real por los suelos, a falta de escuchar su alegato de defensa.

¿Qué necesidad tenía un deportista modelo, feliz, sin apuros económicos, de meterse en estos chanchullos? Quizá el trasladar la imparable voracidad ganadora mostrada en su especialidad al ámbito económico. Pues lo tiene crudo.

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