El Barcelona perdonó la sentencia en la segunda mitad y el francés Varane hizo justicia a la valentía del Real Madrid igualando la eliminatoria

Decidirá el Camp Nou

 El delantero del Barcelona, Leo Messi, lucha el balón con el portugués Ricardo Carvalho. (Foto: JUANJO MARTÍN)
El Camp Nou dictará sentencia a las semifinales de Copa del Rey, tras el primer capítulo de un clásico repleto de fútbol, en el que a falta de goles de Cristiano Ronaldo y Leo Messi, el Barcelona pudo sentenciar tras el tanto de Cesc Fábregas y permitió levantarse a un Real Madrid amparado en la figura de un inconmensurable Varane (1-1).
Real Madrid y Barcelona homenajearon al fútbol en un clásico de alta intensidad, explotando cada uno sus virtudes, tan diferentes y a la vez brillantes, que les convierten en los mejores equipos del planeta. Fue valiente Mourinho ante el planteamiento de Tito Vilanova, que estaba en el Bernabéu sin estar presente. Las bajas en defensa condicionaban al portugués. Con Pepe y Ramos, veloces, la línea defensiva puede estar adelantada y el equipo unido en la presión. La lentitud de Carvalho era correr riesgos. Si retrasaba la defensa el equipo sería demasiado largo y aparecerían los espacios. Ahí Messi se mueve como pez en el agua.

Carvalho lo sabía y saltó nervioso. Emergió la figura de Varane. Su primer clásico y jugó como si fuese él quien tuviese más experiencia en la zaga blanca. Con el Real Madrid 'mordiendo' desde el inicio, su aguante físico marcaría el duelo. Necesitaba compromiso y ayudas defensivas. Con ellas consiguió incomodar al Barcelona. La salida de balón azulgrana fue entorpecida.

La ausencia de Iker Casillas, diez años después, y de Víctor Valdés, repartió el protagonismo que siempre recae en el duelo Messi y Cristiano a las porterías. Diego López debutaba. Pasaba de golpe del sufrimiento de una competencia mal entendida con Palop en el Sevilla a jugar un clásico con el equipo de su corazón. La vida le premiaba y en las porterías que suele defender Iker, el capitán dejó el ángel que siempre le acompaña. El travesaño repelió una falta lanzada a la perfección por Xavi.

Pinto había comenzado antes a trabajar. A los dos minutos sacó como pudo una falta centrada repleta de potencia de Cristiano. El Barcelona necesitaba a Xavi, Iniesta y Cesc en la salida. Los defensas no los encontraban. Essien casi encuentra el gol en un centro que se envenenó.

Pero sobra tanta calidad en el Barça que hasta incómodo con la presión cuando el balón caía en Messi pasaba algo. Comenzó luchando solo contra el mundo pero siempre encontró socios. Cesc chutó mal la primera y a un regalo de Carvalho buscó a Xavi que chutó a placer pero se topó con Varane en la línea de gol. Iniesta dejó su sello con un pase picado que Alba chutó cruzado.

Los dos mostraban sus virtudes. Armas tan distintas y tan efectivas. La velocidad era letal en el contragolpe madridista. Aceptó la propuesta el Barcelona, que por momentos redujo el toque. Fueron minutos espectaculares emulando a dos ciclistas que suben un puerto. Subía el ritmo uno, respondía el otro. Lo bajaba el Barça cuando Iniesta echaba a dormir el esférico y el Real Madrid respiraba.

Los delanteros perdonaban las acciones de ataque. Benzema controlaba con la izquierda y con todo a favor rozaba la escuadra con su chut con la derecha. Cristiano la rondaba pero no llegaba por milímetros. Y comenzaban las protestas al árbitro por un pase de la muerte de Callejón que salvaba Alves y en su caída veía como el balón golpeaba en su codo. Con los dos equipos rotos llegó el descanso para los guerreros.


SEGUNDA MITAD

En la reanudación el nivel de espectáculo no se rebajó. Incrementó con los goles y el cansancio del tremendo esfuerzo propició errores que desaprovechó el Barcelona. Pudo sentenciar.

El partido arrancó igual que en el primer acto. Al primer minuto una ocasión madridista. Benzema recortó con clase pero chutó arriba. Duelos tan igualados se deciden por detalles, por un pequeño error. El de Callejón fue grande y doble. Despejó mal. Al centro. Y se quedó enganchado y rompió el fuera de juego. El balón cayó en Messi que cedió a Cesc Fábregas, un futbolista que lee espacios como pocos. En el mano a mano superó con facilidad a Diego López.

El gol dejó anestesiado unos minutos al Real Madrid. Sobrevivió gracias a Varane, enorme en las coberturas, rápido ante Cesc cuando de nuevo se plantaba solo para marcar el segundo. El Barcelona era el dueño del balón, pero al conjunto madridista nunca hay que darlo por muerto.

El Barcelona tuvo en su mano la sentencia. Diego, con cierto temor en las salidas, se desquitó con alguna intervención salvadora. Le sacó un disparo potente a Alves. Vio como Pedro en un mano a mano la cruzó en exceso y sacó una manopla final a Jordi Alba.

La semifinal mantiene la vida porque Varane completó su mejor partido con lo único que le faltaba. Un centro desde el costado derecho del brillante Özil lo cabeceó con el alma a la red. El Barcelona pasaba de pedir la segunda amarilla a Carvalho, por una mano, a lamentar un empate que deja todo abierto. El clásico exhibe igualdad y espectáculo. Engrandece la imagen del fútbol español.

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